lunes, octubre 31, 2005

Ocupando mi lugar

Le dije: «mira, hoy no estoy para ver películas tristes». Y le encargué que la viera por mi.

Yo me fui a pasear por el bosque, a oír el sonido del bosque, a respirar, oler, tocar el bosque; a encontrarte en el bosque o en las tierras labradas que lo rodeaban. Y por estar allí, o quizá por buscarte, inesperadamente me di de bruces con una ciudad. Absorta, casi embobada, contemplé desde la lejanía las cúpulas, las torres, los edificios que despuntaban sobre los otros. «¿No tienes la sensación de que ya has estado aquí anteriormente?» me pregunté. Creo que me encogí de hombros, y bien porque ya la conocía, bien porque me gusta el riesgo, no tuve miedo a recorrer sus calles, sus cuidados jardines, sus iglesias. Tan sólo finalizada mi obligada visita al cementerio, como si -rodeándome- me llevara disuelto entre nubes su sepulcral silencio, llovió y llovió una lágrima hasta hacerse río para poder correr por mí como yo corría para alejarme de la ciudad y del bosque. Y ni aún entonces sentí miedo, sino que, agradecida pues haría más rápido y menos esforzado el camino de vuelta, me sumergí en él. Sin ser consciente, añoraba la seguridad de mi hogar.

Ya de regreso pude contremplar una escena que parecía haber quedado congelada tras mi partida: «he aquí la pura esencia de un cuerpo abandonado» pensé al ver sus ojos muy abiertos, muy secos, fijos en la pantalla por la que huían, una tras otra, imágenes en blanco y negro. Y al observar sus manos desmayadas e inmóviles sobre el regazo, y que las palomitas, las chocolatinas y las galletas estaban sin tocar, algo, rompiéndoseme muy adentro me movió a compasión. Con cuidado intenté recoger la lluvia salada que aún, imaginé, permanecería desperdigada en mí: sólo vestigios; y como no me parecieron suficientes, despojé el surco por el que poco antes había corrido, de peces, de ramajes, de piedras, de lodo. Escarbé en las profundidades de su cauce. Escarbé hasta que lentamente, como un milagro, afloró aquella primera lágrima que recordaba limpia y cristalina. Y aquella lágrima se convirtió en un minúsculo charco que por carecer de riberas para contenerlo, resbaló gota a gota por las mejillas de mi cuerpo. Escuché un suspiro, un gemido, un algo indeterminado que le dio vida y su expresión humana de nuevo. Delicadamente para no perturbarlo más, tomé mi sitio dentro de él. Y entonces, un sobresalto, un no sé qué hondo, un algo que únicamente puede sentir el cuerpo, impuso un vértigo inusual que incitaba a la sangre a galopar desbocada por las venas.

«¿Por qué, corazón, has de ser tú quien se empeñe en tropezar una vez tras otra con la misma piedra» –le pregunté. Y como, abandonado a su propia pena, no me diera respuesta, con mucha calma exhalé palabras de consuelo en el caudal de color intensamente rojo que nos recorría: «vamos, vamos: es tan sólo una película, y las películas tristes, como la vida misma, como tú misma -le dije por sosegar aquella honda congoja- hallarán, sin duda, un destino seguro hacia el que caminar».

indah

sábado, octubre 29, 2005

A cuarenta grados.

Recogiendo el rocío con los párpados vueltos:
los ojos atigrados, enfebrecidos de luz. A cuarenta grados.
Vives en otro Otoño; de otros colores,
entre acuarelas transparentes como alas de libélulas
y remolinos rojos. Contando grietas, surcos y huesos de animales extintos
en tu isla perdida de imposibles deshielos. Salvaje.
Urdiendo entre quimeras el vuelo de los pájaros (bobos). Pálida.
Con una muerte ajena coagulando tu sangre, obstruyendo tus venas.
Blanca de cal y nubes, libre: sueñas.
Sueñas trozos de iris que navegan tus aguas subterráneas,
y líquenes; y semillas menudas que el aire trae y lleva. De isla en isla.
De pronto, por un instante se entreabre el Misterio. Y me miras.
(¿Por qué me convocas? Grito. ¿Por qué dices mi nombre y me despiertas?)
Y me miras. Me miras como si yo poseyera la sensatez.
La palabra exacta que no colgará ahorcada a falta de una letra.
El «sin título» de un poema. A veces, Imaginación, te temo.



indah

jueves, octubre 27, 2005

Noviembre

Me impresiona Noviembre que, aún intacto, aún por estrenar, cual jinete que cabalgara un nervioso corcel de viento, ha de llegar para someter todo con una simple mirada de sus ojos de plata. Me impresiona ese milagro que trae bien guardado en su hatillo de peregrino: La Vida replegándose hacia el interior de un mundo en el que quizá una vez vivimos y en el cual, aún siendo nuestro por herencia, seríamos considerados extranjeros. Un mundo donde la actividad dirigida por la experta batuta de los grillos ancianos, se vuelve frenética.

Me impresiona la luz desmayándose en los costados de sus días. Caminan lentos, como nosotros; cuidándose de no pisar las hojas caídas -¡ay si pudieran volar!, serían palomas torcaces alejándose en busca de un clima más benigno-. Sí, caminan lentos, cuidándose de no pisar las últimas briznas verdes que, preparadas ya para hibernar, se van hundiendo hacia dentro, hacia dentro; hacia dentro de La Tierra que, tras haber recuperado todos los colores que una estruendosa mañana de primavera escaparon de sus entrañas, de nuevo, maternal, las acoge en su seno.

Me impresionan sus madrugadas: parece que hubieran llegado a una edad en la que todo les costara trabajo. Amanecen perezosas. Se les «pegan las sabanas» de nubecillas pequeñas desteñidas y muy tiesas (alguien -pienso- ha olvidado añadir a la colada el suavizante habitual), que tantas veces corren despavoridas por el cielo como si fueran ratoncitos grises o castaños huyendo de un Rey Sol que se les antoja Gato.

Me impresiona la sensación que tengo de que, ante la presencia de Noviembre, callan las voces -aprenden, como todos, a callar-, en tanto La Existencia se aplica en el continuo ejercicio de hacerse a sí misma: acaba, empieza, acaba, empieza. Todo calla, incluso lo que parece que jamás aprendió a hacerlo o no supo o no quiso o no pudo. Pronto llegará la nieve, me digo; y no sólo para escayolar las ramas de los árboles y los tejados rotos por el mordisco helado de la noche, sino el acto más vital que existe: nuestro aliento. Ese aliento que parece pensárselo dos veces -se resiste a abandonar el abrazo del alma en el que cada noche se resucita entre sueños de nuevas primaveras- antes de asomarse a los portones de la boca.

Me impresiona ese momento en el que, en el fondo de la mirada gris-pensamiento que descansa tras mis párpados cerrados, te veré caer hacia mí desde mi propia sombra proyectada por el sol de Noviembre; ese sol que ralentizar mi voz entre tus manos. Y el silencio –su silencio- cuando juega a esconder entre sus pliegues los ecos de la tuya. No quiere, como no quiero yo, abandonarlos, ni abandonar la mar amanecida de tus ojos.

Sé, ahora que todavía no ha llegado, que en nada y menos, con sus ojos de plata rodando por mi espalda, sujetos de mi pelo, caminaré, caminaré, caminaré. Por eso hoy, cuando ya nos separa menos de una semana, le salgo al encuentro, caminando.


indah

miércoles, octubre 26, 2005

Hablarte de otras cosas



Embobarme mirando escaparates y sorprenderte diciendo: «qué bonita esa falda, qué elegante chaqueta, cómo me gustan los pantalones anchos, se lleva el blanco y negro, ¡con lo bien que me sienta!»


Hablarte de otras cosas.


No decirte que lo que más deseo es salir por la ventana, recorrer la ciudad en parabólica, asustar a los gatos o dejar caer mis zapatos para ver como llegan, despacio, hasta la acera.


Hablarte de otras cosas.


Quizá por olvidar que a veces se me sienta el día en su silla de anea y, en cuanto amanece, en el telar del mundo me teje maldiciones o me contempla en las pupilas de «sabe Dios qué impertérritos dioses»; que alguien, que yo no sé quién es, se afana en sus quehaceres, y ahora abrillanta el sol, allí pone una nube, allá una estrella, después quita a los mares, uno por uno, los hilos de sus olas, barre desiertos, los guarda en la alacena; plancha montañas; pone la mesa a las doce del día, y mientras los mercaderes en el templo me compran, me venden o me cambian por un par de palomas, almidona la tarde y sus colores, o me guisa y se me come.


Hablarte de otras cosas.


No volver a decir que ansío más que nada
la lluvia de tus manos,
la luz de tu mirada, y que cuando por fin llegas,
como un río crecido arrastras este erial,
este terruño;
la iglesia;
la estación;
mi mapa,
mis lindes, mis fronteras;
y yo vuelvo al principio
o al final, o al milagro de mi vida renaciendo en tu vida,
y ya no piso tierra.


Hablarte de otras cosas.

Olvidar que mis sueños son parte de tus sueños, como lo son las nubes de este cielo niño recién nacido que sueña «a pedacitos», grises, blancos o azules, como yo. Olvidar que cuando te vas, arde toda la tarde (y menos mal que no soy Juana de Arco, porque recogerías mis cenizas).


Hablarte de otras cosas.


Dejarte boquiabierto, diciendo, al menos una vez: «estoy muy aburrida», o dedicar mi tiempo a abuchear al eco y permitir que me gane; no decirte que hice una locura: que entré en esa tienda en la que cambian sueños y que quizá por eso, el cielo me parece la página de un libro o que, como nos hemos equivocado de planeta, sobre la tierra llueve letras.


Y olvidar.
Olvidar que he de vestirme, otra vez, para la cena:
tendremos, de primer plato y postre, un tierno
--y exquisito--
Apocalipsis familiar.
Por eso no te invito.


Hablarte de otras cosas.


No decirte que he doblado un top, dos camisetas, una falda,
un par de pantalones y mi alma, porque eso es todo lo que tengo,
y he descubierto que, o me sobra maleta, o me falta alma.


Y callar. Sobre todo callar -porque me da la gana y quiero- y porque soy feliz cuando me importa un bledo lo demás, y puedo igual que puedo ahora, recostar en tus rodillas mi silencio.


indah

domingo, octubre 23, 2005

La maravillosa simplicidad de la lógica

EXAMEN



sábado, octubre 22, 2005

Porrúa (Llanes)


Porrúa (Llanes)


El 15 de septiembre, Porrúa fue galardonado con el Premio al Pueblo Ejemplar de Asturias 2005 por su compromiso "con la historia y las tradiciones locales". Este premio ha sido entregado hoy por Don Felipe de Borbón (no estuvo mal la segunda tiradad del Príncipe de Asturias: es difícil jugar una partida de bolos de mi tierra, y más, creo yo, en una bolera cerrada -me parece que es la única que existe-).

Me ha emocionado ver a mi gente recibiendo a su Alteza. Recibiéndolo con honor; si algo no falta en Asturias es honor. Y a ritmo de gaita. Y me ha emocionado recordar, 'sentir' de nuevo el tacto de las castañuelas y el movimiento de las cintas, que con tanta armonía han 'bailado' las manos de mis paisaninas ¡qué bien lo han hecho, qué bonito tocado, que bonito llevado el ritmo! Ay, «Asturias que guapina yes».

Hablamos en casa -cuando supimos que le habían concecido el premio-, de una de las bellísima playa que le 'caen' cerquita: Celorio. Pero cómo elegir una sóla si está la de Poo a un paso, la de Bellotas, la de Torimbia -bellísima-, la de Cuevas del Mar, y así hasta más de treinta sólo en el concejo de Llanes.

Una de las fiestas más destacadas, recordó aquel mismo día alguien que entiende de fiestas populares, es el Antroxu. El Antroxu se celebra, o celebraba, el martes anterior al miércoles de ceniza. Durante la fiesta, los niños y jóvenes se pertrechan a la cintura los 'lloqueros' (cencerros) del ganado haciéndolos sonar desde el anochecer del lunes al amanecer del martes. Después se disfrazarán y los antroxos (disfrazados) recorrerán el pueblo con un palo.


Siento una enorme alegría. Y la siento porque, Llanes, situado en el extremo oriental de Asturias, es uno de los más bellos escenarios de la costa cantábrica. De mi costa.

Y sé que ellos, mis paisanos, han sentido enormemente que la Princesa de Asturias no haya podido acompañar a Don Felipe. Pero también sé que lo comprenden.

Premio merecido. Sí señor.

viernes, octubre 21, 2005

Atrás quedan

(artero tiempo de mis dos mitades: qué ansia de quedarme y me voy)
la sala de esperar sonidos de metal oxidado brumoso
y maletasOrugas que arrastran a sus dueños ocultos en gabardinas
beiges;
se derivan las voces: huyen hacia un silencio de acacias
que acurrucan el frío -inhóspito nevero- de los grandes espacios,
hiela sobre los rostros, los besos, las caricias, los mil y un
adioses.
(Hiela sobre mi boca el dolor blanco y rojo en que te dejo).


Frente a mí, un solar vacío se puebla de balcones fantasmas:
en todos -juego de luz, espejo, azogue- habitas tú
y una agonía evanescente -insepulta- que irradia purísimos azules.


(Me siento a mirar ventanales, y las blondas, encajes, los zigzag,
me hablan de inquietas esquinas que se angulan,
de un tiempo inamovible, de calles desandadas).


Hoy, que la tarde peina rizos de niña púber
y yo despeino en mis cabellos los olvidos y las palabras dichas;
hoy, que la luz es un cristal perfecto -exactamente roto-
hoy, que es tiempo de katiuskas amarillo mimosa
(pastan aviones bajo un cielo embobado y ya casi plomizo)
de tu marfil -de enroque a enroque- escogeré mis uñas.


indah

martes, octubre 18, 2005

Exposición en blanco y negro


Hoy, que todavía me siento diciembre contenido, apretado de nieves y de musgos; hoy, que velo de domingo a domingo, y añoro mi inconsciencia: aquella que me dormía el lunes por olvidar el lunes, y amanecía cada mañana siendo viernes. Hoy, que me pregunto por qué no tengo por corazón un poema y por manos dos ramas carcomidas, si para menos sirven.

Hoy, sí, hoy que me hago inútiles preguntas, ésas que nunca hacen los muertos: porque los muertos no preguntan, niña, como preguntas tú; ni muerden los sudarios, ni sus labios repiten con Cirlot, lo que Cirlot decía: «Hoy lo recuerdo muriendo yo, muriendo tú». Pero tampoco ellos te tienen por conciencia, y tú, que sin permiso te eriges en la mía, has desgastado el sol — amarillento cuervo— y ahora, que es completamente luna, tu nombre (impronunciable) me hiere las encías como si masticara cardos.

Cuatro listones y un mísero cristal son suficiente para cubrir tu rostro, pero sigue lloviendo ceniza negra sobre tu piel apenas estrenada, y no puedo dormir porque me miras; me miras, intensa, profundamente.

(Tú: exposición en blanco.
Yo: exposición en negro.
Ellos: exposición en negro.

Mi insomnio: exposición en negro.

Exposición en negro las larguísimas sombras del hambre y de la guerra.
Y no termina el año, y no termina de amanecer el día. Y no termina.)

--------Si al menos cantara el grillo tres veces. O dos.
Si al menos cantara una.
Pero no canta, y sin raíces (muriéndote, muriéndome)
¿cómo florecerá la Primavera en mis macetas de cartón,
si en el laurel enmudeció su canto la paloma?


indah

sábado, octubre 15, 2005

Carta de Ajuste (Pues si que estamos bien... no sale nada)

(Cuando me dijeron algo parecido a: tú puedes defender la letra «i» -de indah- respondí: gracias, pero no se me dan bien los discursos. Es cierto, no se me dan bien, ustedes mismos podrán comprobarlo, pero me callé que la letra «i» me traía recuerdos muy personales que en aquel momento consideré no serían interesantes para los demás, i también que tenía poco tiempo. Bueno, una no solo puede cambiar de opinión cuando se le antoje, privilegio de ser mujer (también de sabios), sino que de cuando en cuando surgen ciertas condiciones o milagros -que también surgen- i tienes la sensación de que te sobra el tiempo o de que éste se te va a hace muy largo, eterno diría yo. Cualquier razón puede ser suficiente, por ejemplo que he decidido que la «i» se lo merece o que éste es el momento oportuno).

Señoras, señores:

Mi madre dice que siempre he sido muy impresionable. Debe ser cierto, hay cosas que me impresionan mucho, quizá demasiado -si lo sabré yo-. Por eso, cuando de aquella botella verde higo chumbo salió un genio esbelto como la letra que hoy defiendo i decidió concederme un único deseo, yo, que no hago nada a la ligera, lo pensé i repensé i medité muy bien, i teniendo en cuenta que me pilló en mal momento: venía de un sitio al que a ninguno nos gusta ir porque ya nunca más volvemos, me fue imposible pedirle otro. ¡Concedido!, dijo. Debió parecerle fácil, i me concedió el segundo, de modo que asistí en silencio i de blanco, al eterno descanso de mis recuerdo. Se incineraron a lo bonzo.

No estuvo mal. Pero a veces, ni los genios más poderosos pueden concederte tus deseos, o no hay cosa más inútil que te puedan conceder.

Durante unos pocos segundos me sentí liberada. Pocos, porque de las purificadoras llamas, que decían los antiguos, mis recuerdos resurgieron más vivos que nunca. Ahí los tengo, como pájaros pintados sobre un papel blanco -mi propio blanco-. Sólo son eso: pájaros pintados, pero mis gafas abiertas sobre ellos, los aumentan. Me miran, i yo en este momento no tengo respuesta para sus dudas (claro que tampoco uso gafas). Cuando los vi allí, como una enorme «i» (casi uve) en medio de un cielo blanquecino, me dio por reír ante lo ridículo i surrealista de la situación, porque también, según dice mi madre, habría mucho que hablar de mi sentido del humor -me callo lo de negro-. Miré al genio. Era digna de mención su aura enrojecida, no sé si de vergüenza. Sentí lástima de él. El fracaso duele. Así que, con mi dedo índice rocé un trozo de ella -la más clarita que casi parecía rosa aurora oriente- i yo misma me concedí un deseo: en la lejanía, donde sé que existes, pinté una botella i de su interior liberé tu espíritu. Lo sé, ya nadie podrá encontrar orientes dentro de una botella, pero yo siempre te encontraré i lo encontraré. Siempre, porque sé dónde está.

Él me dejó hacer mientras me soltaba la típica máxima de genio, como advirtiéndome de que era una locura. «Mira bien lo que haces, dijo, que el amor es el único pasajero capaz, para salvarse, de hacerte pasar el resto de la vida remando a contracorriente». Pues sí, le respondí, i se me ocurrió una idea. Ahora ya... no estoy tan segura, pero en aquel momento me sonó muy razonable. Desde entonces, él me llamó genio a mí.

Bien, a lo que iba, i por acortar. Cuando decidí aceptar la oferta de defender mi letra «i», pensé que no sabían lo que habían hecho (ellos, por supuesto) i es que ignoran que realmente mi madre tiene razón: hay cosas que me impresionan mucho. Quizá demasiado. Ahora lo vuelvo a pensar. Ahora sí,¡vaya momento para estar tensa! Ahora que la lluvia me suena distinta; chop chop chop suena al caer sobre el tejadillo; ahora que, como alguien no encienda la luz... está todo tan oscuro que no puedo distinguirles ni distinguir casi nada a mi alrededor. A ver qué más ocurre que pueda empeorar esta situación: huele a madera barnizada i tierra húmeda, aumenta mi alergia, ¡tengo claustrofobia!, i, o he crecido, o estoy tan estirada como una «i», además me es imposible encontrar al genio que salió de aquella botella verde higo chumbo i decidió concederme un único deseo (juraría que el muy ladrón se ha largado con viento fresco, todo el que me falta a mí). Pero eso no impide que recuerde perfectamente cuál fue mi deseo. Me temo que tampoco me lo ha concedido: «deseo, le dije, que nadie ponga flores sobre mi muerte, sólo la mía es inevitable».

Inevitable es, desde luego, para que nos vamos a engañar pero, ¡ya podían haber tenido más cuidado! Alguien, maldita sea, algún idiota, ha pillado con la tapa un cacho de cinta dorada, i con ella tropecientos pétalos; el extremo se balancea rítmicamente sobre mis labios (por cierto que me los noto fríos i tengo la sensación de que están tan pálidos como mis manos) i casi me quedo bizca para los restos tratando de leer un sentimental: «i nunca te olvidaremos». He intentado alejarla soplando, pero ahí sigue. Ha dejado de llover, me rodea el silencio i un repugnante olor dulzón a rosas color invernadero i crisantemos amarillos. Me consuela, eso sí, que al menos sé donde encontrar mi oriente. Yo me lo concedí.

Si es que, lo que no hagas tú, me digo mientras intento no reírme; probablemente no podría, pero «al mal tiempo» mucha «i» i buena cara -es un decir-. Intento no reírme al recordar cuánto molesta que los que ya estamos... ejem, más vale no mentar imponderables, contemos nuestra propia historia. No tengo defensa, lo sé. Ni siquiera mi deseo de defender a mi querida «i» excusa que hable de mí en estos momentos. Pero si no se lo cuento yo ¡a ver quien se lo va a contar!

Bueno, tengo que dejarles. Tengo que dejar de pensar i de pensarles. Por mucho que las comunicaciones han mejorado de forma notable entre el mundo real i el otro, todo tiene su límite (si lo sabré yo). Me voy a aburrir mucho pues, entre otras cosas, a pesar de que creí que no me faltaba imaginación.., pues no sé yo: aquí estoy, quieta, quieta, quieta, entre la «e» i la «o» sin saber qué hacer con el cacho de cinta éste que se me ha quedado pegado entre la frente i a la mejilla, ni con el dichoso «mos» que tengo en medio de los ojos. Ya no se balancean de derecha a izquierda. Me parece que se han quedado tan pasmados como yo al oír caer paletadas de tierra sobre nosotros. Es que *impresiona*, ¿eh?

(Para que te fíes de los genios)


indah

jueves, octubre 13, 2005

A ver si de una vez te enteras




Lo imposible es que haya gente que aún merienda
su mentira de pan con "miermelada",
su leche calentita y sus dos valium.

Belén Reyes





A ver si de una vez te enteras:
mi cuerpo es una empalizada frágil para atracar tus naves;
tus simbolismos no me sacuden como a una alfombra persa,
y me importan lo mismo
que el
«persa» de tu gato (es decir: nada).

Deja de rescatarme «hombre Z»
como si fuera una flor tirada en la basura;
y a ver si de una vez te enteras: a mí
todo me parece posible, hasta que existas y que me des la lata,
lo imposible es que haya gente que aún merienda
------- su mentira de pan...
así que, deja en paz mis brazos disfrazados de sombra,
deja en paz mis piernas disfrazadas de panty,
y deja en paz mis... ¡en fin!, no entremos en detalles.

Llegados a este acuerdo, yo, desataré tus manos
------- tan «de pulpo»,
destaparé tu ojos,
------- tan «mirados»
y te devolveré tu voz
------- tan «mierducada».

Tus intenciones,
------- ésas tan «mal(n)asidas» ellas y mal acostumbradas
a su leche calentita, su pan con
«miermelada», y sus dos valium,
no las tengo.

Si necesitas algo, y puesto que te sobra,
cómprate una farmacia, un restaurante chino, o... ¡yo qué sé!,
una granja.

Así estarás servido.



indah

10/2003

lunes, octubre 10, 2005

Comedia en tres actos

--------------- Acto I

Llueve noche.
Se cimbrea la luz entre los juncos.
Y allí donde la mar le tiende, celosa y en secreto, su emboscada,
la oscuridad como un río que huye del río de sus aguas, arremete.


--------------- Acto II

La oscuridad me puebla.
La oscuridad me habita como un dolor antiguo, un tiempo dividido,
un tiempo ya vivido. Y me estremece.


--------------- Acto III

El tiempo se repite.

El tiempo se repite y se devora, mientras la luz golpea el fruto de un naranjo o agoniza, púrpura y sorprendida, entre blancos-azahar, y aromas a canela.


---------------- Epílogo

Se hace la luz y crece en las naranjas. Se hace, se repite y se devora.



indah

sábado, octubre 08, 2005

Ajá, dije que hablaría de Pablo :)

Dice Thalasos que: “Para leer la historia de Pablo desde su inicio hasta hoy, seleccionar JUNIO 2005 en ARCHIVOS. No produce efectos secundarios.”

Yo no he notado que tenga efectos secundarios, pero hubo momentos, mientras leía las aventuras de Pablo, que mis ataques de risa llegaron a preocupar a my family :)
- Pero bueno ¿qué es lo que tiene tanta gracia?
- Nada, nada –respondía cuando, por fin, conseguía dejar de reírme.
No es que no quisiera decirlo, sino que no bastaba explicar la situación pues desconocían las anteriores aventuras y desventuras de Pablo. Aunque he de decir que últimamente ha dejado su carácter tímido e infantil –la vida que es dura- y se está metiendo en cada lío que... no sé yo cómo va a terminar; igual, chousas que también sigue sus aventuras con interés, va a tener razón. Mi esperanza es que su güelina, tome cartas en el asunto y ponga firme a toda la patulea que deambula por sus post :)

He leído libretillas de todo tipo, y en ellas, artículos de todo tipo: serios, de opinión (más serios aún), irónicos, sorprendentes, alocados, increíbles, interesantísimos, emotivos, de enorme ternura (véase una mínima muestra en los enlaces), y algunos muy divertidos. Dos de mis preferidos, dos de los que más me han hecho reír por su sentido del humor y sus ocurrencias, son la de Thalasos y la de moody. Aunque, últimamente, a moody, Gallardón le tiene de muy mal humor (uís, perdón, casi termino con un pareado). Bueno, voy a ver si consigo actualizar los enlaces y que no lleven a un web que es del país, creo, puff...

viernes, octubre 07, 2005

La venus.

(Siempre estuvo dedicado a Mar,
porque así la percibo yo)




Blanca como el más blanco de los mármoles, perfectas proporciones, ojos imperturbables que contemplan el paso del tiempo bajo sus párpados entrecerrados. Sus formas exquisitas, suaves y redondas, dulcifican las aristas del ropaje que, después de tantos siglos, aún se afana en cubrir tan bello cuerpo. Y se estremece, aunque su imagen nos hable de inmutabilidad, aunque sea un reflejo de mujer detenido en el tiempo que los espejos de piedra guardan en sus profundidades.

Se estremece su cuerpo de mármol privado del cincel y de la mano que le diera vida. Por ello, cada madrugada, se escuchan en el aire los suspiros que escapan de su labios de piedra. Envidia La Venus las puras y delicadas formas de las piedrecitas recogidas en la orilla del río. Y ansía. Ansía la caricia, la paciencia de las aguas, su amoroso, incansable y constante tallado.

Sueña, ella que es estatua, con ser guijarro.



indah

miércoles, octubre 05, 2005

Los días, las noches.

Desde hace algún tiempo he recuperado un antiguo deseo: que llegue la noche. Y es que, hace varias semanas, recibí una llamada de teléfono de alguien a quien no conozco; lo más sorprendente es que, al parecer, el hombre que llama tampoco sabe quién es.

Cuando descuelgo, tras mi «dígame», indefectiblemente escucho la misma frase: señorita –silencio- lamento molestarle, aunque usted no me crea estoy seguro de que no soy yo, al menos ése que yo creo ser, quien llama.

Me quedé tan sorprendida que tardé unos segundos en cortar la comunicación. A la mañana siguiente no sonreí al recordarlo, ni se me ocurrió pensar en una broma. Algo en su voz, qué sé yo, me hizo presentir que era él quien, urgentemente, necesitaba oírse afirmarlo. Y ahí, pensé, acabaría esta historia pero, desde aquel día su llamada se repite y se repite. Poco antes de la media noche suena mi teléfono y vuelvo a escucharle repetir las mismas palabras. Yo guardo silencio, nunca digo nada.

Hace dos semanas me sorprendió con un cambio en su monólogo; tras esos instantes de silencio que yo guardo, escuché su voz deseándome buenas noches. Desde entonces.., cuántas veces me he tenido que contener para no desearle lo mismo. Temo que si algún día le respondo, ya no podré evitarlo y le preguntaré quién no es, y quién cree que es. Y lo malo es que, si me lo dice, tendré que confirmarle que no le conozco, y entonces dejará de llamarme. No quiero que eso ocurra. Hacía tanto tiempo que nadie se preocupaba por mí ni me daba las buenas noches. No, no quiero que ocurra. Saber que ese hombre, sea quien sea, seguirá haciéndolo mientras yo sea capaz únicamente de sonreír al escuchar su voz, y de dominar mi curiosidad, me ha devuelto la necesidad de que amanezca, para que pueda cumplirse cada día un antiguo deseo: que llegue la noche.


indah

martes, octubre 04, 2005

V- La llama de una vela.




Admiro el frágil equilibrio, y la lucha casi titánica, de un pétalo tratando de permanecer unido al tallo de la rosa que lo provee de vida: aun cuando apenas les ata un punto infinitesimal, resiste. Admirarme, es una forma como cualquier otra que me permite desentenderme de los relámpagos, de los truenos, de la llama de una vela -se ha ido la luz-, y de las asustadizas sombras que al más leve movimiento huyen a esconderse en los rincones.

Cuántos temores espanta la pobre y mezquina luz de una vela -pienso-, o cuántos es capaz de revivir, como ocurre hoy con los míos. Y es que, sin poder evitarlo, oigo de nuevo esa voz que parece llegada de ultratumba -que el tiempo y los miedos infantiles hacían resonar con tono lúgubre- pronunciando lo que entonces, igual que ahora, me pareció una terrible amenaza: si no quieres ver la sombra de tu pensamiento, nunca mires fijamente la llama de una vela. Nunca. A veces, cuando termina el apagón, lamento no haber cedido al deseo, a la tentación de comprobar si es cierto y, por no llamarme cobarde, me digo: otro día será. Cuando estés preparada para descifrarla.


indah

lunes, octubre 03, 2005

Eclipsada

Me he sentido muy mal cuando en cierto momento la luz no era la que, para mí, debía ser.
Vale, la naturaleza se rige por sus normas, por no decir que tiene derecho, y yo debía estar preparada para lo que iba a ocurrir. Pero el espacio me atrae tanto como me supera.
Ha sido divertido -no tenía gafas- proyectar la imagen sobre la arena.
Luego me las han prestado.
Me he preguntado si entre mis prioridades debería está ver el siguiente... Sinceramente me respondido que no. Ahora estoy preocupada, no sé si la respuesta debería haber sido *sí*.

sábado, octubre 01, 2005

Pufff...

Cachis, cachis, cachis. No sé si envidiar más a Antonio Requeni, o a quien le inspiró este verso:

Te quiero con temblor de lentos ríos


Dios mío, qué tarde me está dando. No consigo sacármelo de la cabeza, ni consigo dejar de pensar en por qué no se me habrá ocurrido a mí. Sí, desde luego que sí, todo es susceptible de empeorar, así que.., gracias, muchas, pero no me ayudéis: conozco perfectamente la respuesta :))

Ay, jolines.

pufff...
pufff......
pufff........