sábado, abril 29, 2006

Siempre que quieras


©Mario Cruz Leo







Siempre que quieras abrirme el corazón
con esas manos tuyas tan dulces de esperanza
que se proyectan en mí queriendo vivirme largamente
-azules de añoranza-
yo, con mis redes tejidas con caricias,
exenta de tristeza,

para vivir en tus ojos tan abiertos
te cantaré amapolas recién hechas
para que tu corazón se mezcle con mi risa pensativa,
despacio,
tan muriendo, cercana, largamente.

(Me cuesta tanto tenerte a mi lado y no decirte mis cosas.
Es miedo.
Miedo de mi boca.

Y de mi vida.

De sólo pensarte, me estremezco.
¿Por qué?
No lo sé).

Siempre que quieras encontrarte en mis miradas
arañas de relámpagos abiertos a tus ojos,
trenzadas por la noche con la luna,
yo te abriré mis redes de pestañas desdobladas,
tan rectas como cruces, a tu alcance.

Siempre que quieras quedarte solitario entre mis manos,
segadas de esperarte verdemente,
me guardare para ti mi compañía,
para que así me tenga, tuya, toda, y tan completa,
que puedas besarme con tus ojos heridos
por esa luz que cae del cielo a tu secreto.

(Siempre que quieras. Siempre que sientas dentro
la llamada que te hago).

Siempre que quieras tener mi alma entre tus manos, yo,
con mis redes tejidas con caricias, exenta de tristeza por tu risa,
te cantare flores recientes,
como quieres,
para que tu corazón
se mezcle mi risa pensativa y vacilante,
despacio, tan mirándote, cercana, largamente.
Siempre que quieras, siempre que sientas dentro
la llamada que te hago.


indah

martes, abril 25, 2006

cosφ = − tanλtanδ (Orto)









Si pudiera transfundirle el arrullo de mis manos ramaje
y el canto de los pájaros que anidan en mis uñas.
Si pudiera olvidar el sigilo del alba, ignorar su narcosis
-araña de patas largas- que me teje clandestinos silencios.

--------Oh, Mar, mi cómplice de insomnios y desvelos,
alejas tus mareas de lunas asesinas, tus paisajes yermos,
y dame tus acuosas texturas.
Me urge, amiga mía, enderezar el foque
(adentrarme de nuevo en el invierno), poner rumbo a mi nada,
reconstruir mi todo.

--------Me urge, porque huye la tarde,
y su voz de noviembre, y sus lluvias de otoño,
germinan en mi vientre Agostos emboscados: cenizas amarillas
que entre las altas mieses circundan mis caderas y coronan mi pubis
(ya no me quedan silos donde guardar preguntas, donde encontrar
respuestas.)

--------Oh, Mar, amiga, cómplice, tú que lo sabes todo, dime:
¿cómo se descifra un te quiero en su caligrafía ilegible?
¿Cómo podría darme, si multiplico esporas, si machaco mis huesos,
si fundo mis arterias para curar su herida; si ya me tiene toda?
Y dime cómo, si yo... que no me tengo, si yo, que no le tengo,
le necesito todo, le necesito pleno, para poder amarle.


indah

viernes, abril 21, 2006

¡Yupi!






  • martes, abril 18, 2006

    No has comprendido

    ¿No has comprendido aún que puedo amarle
    aunque mis ojos no le miren.
    Que me siento muy suya
    aunque esté alejado de mí.
    Que puedo besar sus labios
    aunque los míos sonrían a otros ojos.
    Que no quiero que sufra
    aunque a veces mi pena sea tan grande que le roce?

    Entonces, amiga mía, no has comprendido nada.


    indah

    sábado, abril 15, 2006

    Y tú, casi me amabas





    Y aún no había despertado de su letargo cósmico
    la conciencia redonda de la tierra.
    Y aún el beso primigenio en sus entrañas profundas y recónditas,
    se abismaba en aquel hacia dentro, hacia dentro,
    en que se pronunció la vida: caracolas y espuma blanca,
    el nácar de las conchas fue su cuna,
    arrullos de ola y viento, amor de viento y agua, fue su nana.

    --------Y en aquel allí en el que tú ya eras
    -y ya casi me amabas- surgiendo del big ban o de otra dimensión,
    o de otro tiempo que nadie había inventado, un pensamiento
    (quizá una célula)
    afanado en ser fértil, ser verde, ser hierba, sólo hierba,
    reptaba en pos del trazo exacto de tus manos al dibujar mi cuerpo.
    Y conquistaba ríos. Y cruzaba desiertos y montañas
    como un funambulita de sueños:
    jugándose la vida en cada intento,
    jugando con la vida a ver quien gana.

    Y cuando ya casi, casi, me amabas,
    me descubrí en su esencia; descubrí su esencia en mi esencia
    y una condena a muerte escrita en el polvo pegado a mis talones.
    Ahora lo sé. Ya no me engañas Tierra.
    Soy parte de ti, de tus cenizas; parte de tu ancestral memoria.
    Soy sólo un universo girando en mi universo,
    y gravitando mientras que tú gravites, esperaré en tanto que tú esperes.
    ¡Pobre crisálida,
    que ignorando que ya no había nubes, que ya no habría agua,
    que ya no había nada -polvo y tierra- inventó primaveras!
    Y nacida entre las caracolas y entre la espuma blanca
    -el nácar de las conchas fue mi cuna, arrullo de ola y viento fue mi nana-
    clamo, suplico, exijo al cielo el agua que me falta,
    exijo que inunde este infernal desierto; que me anegue;
    que me convierta en barro: que necesito un cuerpo,
    que necesito un alma;
    que en esta sinrazón, y en cada giro interminable en el que vivo, muero,
    porque no puedo olvidar, amor,
    que tú..., casi, casi me amabas.


    indah

    martes, abril 04, 2006

    Cuento para Ana.


    Para Ana.
    (Jo, sin corregir. Bueno, un par de comas. Puff... :)





    El señor búho movió su pata con impaciencia; por enésima vez trató de asegurar sus gafas tan redondas como sus ojos, por milésima vez carraspeó, y por millonésima vez intentó poner orden en aquel guirigay. Estaba de mal humor sí. Él acostumbraba a dormir durante el día, pero desde antes de que amaneciera, y por más de una hora, había estado escuchando en la más completa quietud a la extraña criatura que le había impedido descansar como era su costumbre.

    - Señora hada, señora hada...

    ... varias decenas de veces había oído aquella voz llamando, y llamando. Así que, finalmente, echó mano de su antigua sabiduría y después de afinarse varias veces la garganta, dijo:

    - ¿Se puede saber por qué gritas de esa forma desaforada? ¿Para qué necesitas un hada?

    Se había sonreído socarronamente al imaginar el respingo que su pregunta iba a producirle a la niñita, pero casi estuvo a punto de sufrirlo él al ver la tranquilidad con la que ella se lo tomó. ¿Tranquilidad?, pensó. ¡Ja!, mucho más que con tranquilidad, aquella criatura levantó la cabeza y más ancha que pancha le contestó:

    - ¿Se puede saber por qué te interesa?
    - No me dejas dormir. Estás alborotando de tal forma que no me dejas dormir, por eso, por eso me interesa. Por eso y porque me pareces una niña tonta que no sabe nada.
    - ¿Yo?, ¿tonta yo? ¡Tú si que eres tonto!, ¡fíjate si eres tonto que ni siquiera sabes lo que sabe todo el mundo: eres un búho, y los búhos no hablan!

    Encocoró sus plumas, apelo a su paciencia milenaria e hizo esfuerzos para no reírse. El desparpajo de aquella hija de humanos le empezaba a hacer gracia.

    - Pues tú, incauta criatura, al parecer desconoces que las hadas no existen.
    - ¡Anda ya!, -le respondió la niña- ¡qué sabrás tú!

    Y la muy mal educada se dio la vuelta, y después de decir: ¡¡cachis en los mengues!!, empezó a gritar aún más fuerte:

    -¡Señora hada, señora hada..!
    -Cállate ya; te he dicho que no existen las hadas. Además de estar pésimamente educada, estás sorda-. Volvió a repetir el señor búho. Y esta vez si que la niña lo desarmó definitivamente. No soportaba a los humanos, pero aún menos soportaba los jipidos, moqueos y sorbetones que durante más tiempo que cualquier búho, por paciente que fuera podría soportar, acompañaron a unos lagrimones que rodaban por la carita tan compungida como sucia de la niña.

    - Ajá, lo que faltaba, vaya, ahora te vas a poner a llorar. Impertinente para contestar, pero llorona al fin y al cabo.

    No hubo respuesta. Aquella terca criatura seguía llorando y moqueando.

    -Bueno, está bien, está bien, está bien, si me explicas el problema te digo dónde puedes encontrar a un hada- Y levantó la voz bastante fastidiado por haber sido incapaz de resistir tanto llanto.
    - ¿De verdad?, ¿me lo vas a decir de verdad? - respondió ella con la voz entrecortada -y es que ... estaba aún en medio de otro sorbetón.
    - Lo prometo. -Y el señor búho levantando su ala derecha.

    Cuando la niña terminó de contarle lo que ocurría, , volvió a pensar en que era cierto que en aquel bosque no vivía ningún hada, y en, a ver de qué modo podía complacer el deseo de la niña que con tanto ahínco se lo había pedido -y hasta le había emocionado con la historia que le había contado-. Así, después de varios paseos rama adelante, rama atrás, se decidió a reunir a todos los animales del bosque. Y estuvieron reunidos varias horas (entre otros motivos porque muchos eran partidarios de que la nena se las arreglara como pudiera, o bien de que se fastidiara). Por fin, pasadas las seis de la tarde, hora en la que normalmente empezaba a despabilarse, logró convencerles de que ayudarle sería la única forma de que dejara de alborotar. Durante las siguientes horas una frenética actividad se registró en el bosque, y entre el ir de unos y el venir de otros, pasó una hora más. Finalmente, en la explanada más grande que había, la única capaz de albergarlos a todos, se reunieron las diferentes familias que lo habitaban. En el medio estaba aquella criatura responsable de su cansancio: hasta el señor león, la señora leona y sus hijos estaban agotados. ¡Y motivos tenía para estarlo! No había sido fácil lograr que las diferentes aves que habitaban en las inmediaciones aceptaran el riesgo de convencer a Lucrecia, el águila que vivía en la más alta de las montañas, poseedora de un voraz apetito y del peor genio que uno pudiera imaginarse; y aún menos, convencerla a ella. Lo único que en principio lograron fue que se diera unas cuantas vueltas -casi rozando el cielo-, al tiempo que, sus ojos que alcanzaban a ver distancias casi inimaginables, observaban a la pequeña; y es que era desconfiada por naturaleza. Nadie supó el motivo, pero, milagrosamente, accedió a los deseos que le habían sido comunicados de parte del señor búho.

    Al día siguiente, las primeras páginas de todos los periódicos -locales y nacionales-, se hicieron eco de un extraño suceso que había acaecido la noche anterior: sobre el cielo de uno de los más hermosos lugares que existen en el mundo, se había desarrollado un sorprendente espectáculo: durante varios minutos, un ejercito de aves capitaneadas por un águila majestuosa que hizo los más increíbles giros, vuelos rasantes y tirabuzones que nadie hubiera visto jamás, crearon hermosas figuras en el cielo. Hasta los rayos del sol, que ya se había puesto -pero que se asomó a ver qué ocurría-, les acompañaron imprimiendo tales reflejos a los brillantes colores de sus alas, que cuando descendían en picado parecía que una lluvia de estrellas de colores caían sobre una determinada casa de aquella isla. Y hasta hubo quien dijo que las figuras tenían forma de letras, y hasta hubo quien juro que había visto escrito: te queremos, Maresia. También hubo quien dijo que aquellos que lo contaban estaban locos de remate, pero eso fue porque ellos no sabían que en aquella isla de cielos claro y agua transparente, que en aquella isla rodeada de mares y olas azules, era sencillo, muy sencillo y muy fácil llegar al corazón de quien siempre lo ponía en sus palabras; y le ponía a su besos: colores y rumores de caracolas.


    indah