miércoles, octubre 26, 2005

Hablarte de otras cosas



Embobarme mirando escaparates y sorprenderte diciendo: «qué bonita esa falda, qué elegante chaqueta, cómo me gustan los pantalones anchos, se lleva el blanco y negro, ¡con lo bien que me sienta!»


Hablarte de otras cosas.


No decirte que lo que más deseo es salir por la ventana, recorrer la ciudad en parabólica, asustar a los gatos o dejar caer mis zapatos para ver como llegan, despacio, hasta la acera.


Hablarte de otras cosas.


Quizá por olvidar que a veces se me sienta el día en su silla de anea y, en cuanto amanece, en el telar del mundo me teje maldiciones o me contempla en las pupilas de «sabe Dios qué impertérritos dioses»; que alguien, que yo no sé quién es, se afana en sus quehaceres, y ahora abrillanta el sol, allí pone una nube, allá una estrella, después quita a los mares, uno por uno, los hilos de sus olas, barre desiertos, los guarda en la alacena; plancha montañas; pone la mesa a las doce del día, y mientras los mercaderes en el templo me compran, me venden o me cambian por un par de palomas, almidona la tarde y sus colores, o me guisa y se me come.


Hablarte de otras cosas.


No volver a decir que ansío más que nada
la lluvia de tus manos,
la luz de tu mirada, y que cuando por fin llegas,
como un río crecido arrastras este erial,
este terruño;
la iglesia;
la estación;
mi mapa,
mis lindes, mis fronteras;
y yo vuelvo al principio
o al final, o al milagro de mi vida renaciendo en tu vida,
y ya no piso tierra.


Hablarte de otras cosas.

Olvidar que mis sueños son parte de tus sueños, como lo son las nubes de este cielo niño recién nacido que sueña «a pedacitos», grises, blancos o azules, como yo. Olvidar que cuando te vas, arde toda la tarde (y menos mal que no soy Juana de Arco, porque recogerías mis cenizas).


Hablarte de otras cosas.


Dejarte boquiabierto, diciendo, al menos una vez: «estoy muy aburrida», o dedicar mi tiempo a abuchear al eco y permitir que me gane; no decirte que hice una locura: que entré en esa tienda en la que cambian sueños y que quizá por eso, el cielo me parece la página de un libro o que, como nos hemos equivocado de planeta, sobre la tierra llueve letras.


Y olvidar.
Olvidar que he de vestirme, otra vez, para la cena:
tendremos, de primer plato y postre, un tierno
--y exquisito--
Apocalipsis familiar.
Por eso no te invito.


Hablarte de otras cosas.


No decirte que he doblado un top, dos camisetas, una falda,
un par de pantalones y mi alma, porque eso es todo lo que tengo,
y he descubierto que, o me sobra maleta, o me falta alma.


Y callar. Sobre todo callar -porque me da la gana y quiero- y porque soy feliz cuando me importa un bledo lo demás, y puedo igual que puedo ahora, recostar en tus rodillas mi silencio.


indah

8 Comments:

Anonymous Anónimo said...

y hablarte de otras cosas, aunque hable sólo y a solas, para quien no escuche el fino tintineo de la voz que quiere

4:38 p. m.

 
Blogger Mar said...

Jo, si es que me gusta entero...

Habla siempre, que no se te agoten las palabras ni los sueños.
Hay que ser de otro mundo para sentir así...

Y yo, fíjate tú, viendo "diascrepancias" en mis palabrillas.

Me siento feliz por haberte conocido, auque tenga que imaginarte ¡cachis!
:*****************

5:12 p. m.

 
Blogger Carz said...

Hablarte de otras cosas.
Como de la llamada de teléfono que nunca llegó.
Como de la complicidad nunca conseguida.
Como de los reproches sin derecho a hacerlos.
Como de la paella de marisco en la bahía
o lo que dice el espejo en clave jeroglífica
(no más aunque no menos)

hablarte de otras cosas

del tirón de la corriente de aluvión: un torrente
de un río seco pedregoso
de las dunas del desierto
o un altar alzado a la montaña
o de los raiers que surcan la corriente

hablarte de otras cosas

nonadanuncatampocoluego
y otro trago de petaca
yotromásmasyanoqueda
rellenolapetacaenunaesquina
yelespaciosecmprimióennada

hablarte de otras cosas

de una amistad condenada a ser histeria
de un sueño travestido en pesadilla
de un rincón donde nunca fue mentira
la fábula de puntos suspensivos
o los cometas de colas anudadas

hablarte de otras cosas

porque de lo importante, al hablar,
ladran los perros

4:42 a. m.

 
Blogger Mar said...

¡Ays! cuánto sentimiento Carz, y cuánto reproche y tanto dolor...

Me vais a matar entre los dos.
De envidia, claro.

:*********

10:54 a. m.

 
Blogger indah said...

Gracias, Felipe, por pasarte por aquí y por encontrar, siempre, algo agradable que decir. Gracias.


¡Dios mío: raxowfeo! :))

5:49 p. m.

 
Blogger indah said...

Te puede el cariño, Mar. Pero que te sientas feliz de haberme conocido es importante para mí. Y es mutuo. Imaginarme... es fácil, muy fácil, al menos el exterior. Soy tan corriente como cualquier mujer corriente :) No me pasa como a otras que se visten de gris y puff ¿fucsia?, ¿granate?; y claro, así, cualquiera... Menos mal que soy tan boba -o tan inconsciente- que, a mí, cuesta trabajo apabullarme :))

Gracias, Mar. Yo también me siento feliz de contar siempre con tu amistad y tus palabras, en los momentos buenos y en los menos buenos.

5:58 p. m.

 
Blogger indah said...

Jobar, Carz, acabo de decir que no es fácil apabullarme, pero... creo que lo has conseguido.

¡¡Me encantan los cometas de colas anudadas!! Casi me dan ganas de decir lo mismo que dice una chica muy mona en un anuncio. Dice, bueno, más o menos: "anda, gordo, porfi, que ya sabes cuál es, uno blanco con trocitos de chocolate (o no sé qué). Anda, porfi, gordo, que de verdad de verdad que ya no tengo más antojos..."

Pero sí.., tiene más. Me divierte muchísimo cómo lo dice :))

Gracias, Carz. Guardo tu poema bajo mi texto. Gracias.

jo, pcjtlkx...

6:06 p. m.

 
Anonymous Anónimo said...

Hablar sin descubrirse, hablar y afrontar, hablar sin descubrirse...
ME ENCANTO!!
GUADALUPE
http://elbagajedeladiva.bitacoras.com
(visitame alguna vez)

7:16 p. m.

 

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