sábado, octubre 29, 2005

A cuarenta grados.

Recogiendo el rocío con los párpados vueltos:
los ojos atigrados, enfebrecidos de luz. A cuarenta grados.
Vives en otro Otoño; de otros colores,
entre acuarelas transparentes como alas de libélulas
y remolinos rojos. Contando grietas, surcos y huesos de animales extintos
en tu isla perdida de imposibles deshielos. Salvaje.
Urdiendo entre quimeras el vuelo de los pájaros (bobos). Pálida.
Con una muerte ajena coagulando tu sangre, obstruyendo tus venas.
Blanca de cal y nubes, libre: sueñas.
Sueñas trozos de iris que navegan tus aguas subterráneas,
y líquenes; y semillas menudas que el aire trae y lleva. De isla en isla.
De pronto, por un instante se entreabre el Misterio. Y me miras.
(¿Por qué me convocas? Grito. ¿Por qué dices mi nombre y me despiertas?)
Y me miras. Me miras como si yo poseyera la sensatez.
La palabra exacta que no colgará ahorcada a falta de una letra.
El «sin título» de un poema. A veces, Imaginación, te temo.



indah

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

imaginación, te temo... precioso

4:45 a. m.

 

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