lunes, diciembre 05, 2005

Carta de Ajuste ( Y tú... )

No estaba en el guión que olvidases comprar el agua mineral para mí, ni que de pronto recordases que no tienes tabaco ni que tu móvil no funcione ni que en el mismo instante pienses que ya que has de bajar, de paso, comprarás más cerveza (no todos son tan exquisitos como yo), por si no fueran suficientes las dos cajas de botellines para los que han de llegar; y no me quejo, lo comprendo, porque si son capaces de tal hazaña sin morir en el intento, llegarán con la lengua fuera. Sólo espero que, pues te has dejado la lista, recuerdes que tampoco hay mejillones, ni pan toast ni picos ni higadito de pato triturado; no quiero imaginar que es a esto, precisamente, a lo que tú llamas ser previsor. Bueno, que yo beba agua mineral no es culpa tuya, eso no —prometo que la próxima vez me la traigo puesta— ahora que lo del pan y el paté.., y ojalá no sea justo al volver cuando asocies ideas y recuerdes que no hay un cuchillo para untarlo. Aunque me pregunto si te quedarán ganas de comer, beber y fumar tras culminar la escalada que te separa de mí, porque, ¿no se te ocurrirá esperar abajo a que vuelva la luz?, subirás, ¿no? ¿Subirás, verdad?

No estoy nerviosa. No estoy nerviosa. No estoy nerviosa. ¡No! Siempre disfruto paseando compulsivamente, incluso aunque no tenga que decirme que si he de seguir esperando mucho tiempo, así, bajo el cielo estrellado que se cuela con el mayor descaro por la claraboya, y sin encontrar una maldita cerilla, la invernada de Gerlache me va a parecer una broma, y que tú, para estar a la «altura» de Amundsen cuando, llegado a su punto culminante de la Antártida, dijo: este es mi polo, vas a tener que plantar el cartón de tabaco a modo de bandera y usar «los picos» para desenterrarme. Busco, y claro, sin palpar —no me atrevo— tampoco encuentro una triste manta, ni palentina, ni Paduana. Pues... como el ombligo se me siga cubriendo de escarcha me voy a tener que enroscar a la cintura varios metros de papel de celulosa. ¿Y si no hay papel de cocina? Tranquila, tranquila, me digo, habrá, aunque sea higiénico. Señor —ruego— hazlo por mí, anda, es un milagrito chico y más fácil que convertir el agua en vino, bueno, no estoy segura, pero ¡hazlo, por favor!, que sea de celulosa suavita y no El Elefante. Tú sin tabaco, y yo con este estar sin estar.., y a oscuras.

Tú sin agua mineral, sin móvil, sin tostadas, sin nada para untarlas, y yo con este: «vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero». Y palabra de honor que la esperaba, no voy a negarlo, ¡pero con luz, calefacción y ascensor! Y palabra de honor de que, sin disgustarme mucho eso de contigo pan y cebolla, en este momento preferiría un: contigo pan y un mechero, al menos podríamos encender la estufa, y después, ya encontraríamos algo para asarlo, ¡qué sé yo!, una suela, como Carpanta.

Eso sí, me doy cuenta de cuánto te gusta agradarme, porque.., qué detalle tan primoroso y bello el de las velitas flotando sobre el agua dentro de los cuencos de plástico de colorines, ¡todos los de tu mini cocina han debido migrar a los diversos rincones de la sala! No sé qué hacer para no tropezar con ellos, y como no ande me voy a congelar; mucho calor no creo que den -ni encendidas-, pero reconozco que crearán un ambiente muy íntimo: de aurora boreal, ¡lastima que no haya un iglú a mano! Yo lo sabía. Lo sabía, sí, pero se me ha olvidado, ¿cómo diablos encienden fuego los Boy Scout?

Chis, chiss, chiss, me digo, parece que se oye resollar a lo lejos —más o menos por la planta doce— a los componentes de la cordada que, espero, acudan en mi auxilio. Me pregunto si conseguiré sonreír sin que se me caigan los labios a pedazos, ¡ay, Dios!, sospecho que tengo carámbanos negros en las pestañas, ¿por qué mierda me habré puesto rimel? Y sí, vuelvo a rezar para que no se me hayan congelado los dedos y pueda abrir la puerta. Ahora comprendo por qué me parecen tan cálidas y simbólicas tus obras: a ver quién es el guapo, con el frío que hace aquí, que no las llena de playas, palmeras, sirenas y mares tropicales. Y para qué más simbolismo —en este instante, te lo juro, me cambiaba por Jonás— que el de tu famosa ballena blanca.

Algo bueno ha de tener esta situación, me digo, y, ¡si seré crédula! que, segura de que algo bueno tiene esta situación, me insisto en buscarlo. ¡Ay!, por fin. Sí, parece que la calle se ilumina, ha vuelto la luz. ¡Ha vuelto! ¿O no? Dios mío, ¿cuando Tú dijiste: hágase la luz ¿se te olvido este piso o qué? Maldita Hidroeléctrica. Y con el cuidado que he tenido de no tropezar con las velitas, jobar, he estado a un tris de bajar directamente a la calle por el hueco de lo que sea esto. ¿La ventana? ¿Estaba abierta? ¿Dónde esta la hoja para cerrarla? No puedo creerlo, no puedo creerlo, y aunque no puedo creerlo, es cierto: está cerrada. ¡Eso, una puerta con cuarenta cerrojos y una ventana que.., pero bueno, a ti qué te pasa, ¿no te gusta limpiar cristales y por eso los quitas?

Y tiene que ser, sí, tiene que ser consecuencia de esa muerte dulce que, dicen, provoca el frío, o de algún extraño tipo de alucinación: YO soy abstemia de toda la vida, así que no sé por qué imagino que logro abrir esta tozuda puerta, y veo un perro San Bernardo con su barrilito de orujo de mi tierra colgado del pescuezo. Pues más vale que sea así porque el agua mineral, me parece, amigo mío, que te la vas a beber tú...


indah

1 Comments:

Blogger Thalasos said...

Me gustaría creer que es un cuento fruto de tu imaginación, porque si es la narración de una previa sevilla-betis o depor-celta, casi mejor arrojas las pilas del transistor por la ventana -como aún no ha venido la luz- y te vas a buscar unos homeless con hoguera protegida con el orujo y el cánido.
-¡La madre que lo parió!
-¿Qué dónde está el cuchillo?
-Digo, el agua.
Me vuelvo al chamizo, que aquí están cayendo carámbanos negros.
Besos, creativa.

9:12 p. m.

 

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