miércoles, febrero 22, 2006


A Wanda
que también eligió el domingo para irse.


Los personajes de una obra encuentran al escritor sumergiéndose en el agujero de unas palabras para pasar a un mundo completamente distinto.
Gonzalo Torrente Ballester

(...)


Aquella noche, Terry soñaba sueños antiguos. Corría ágil, muy ágil; el campo estaba aún más bonito que de costumbre, ni una perdiz se le resistía; y como rastreador, ¡vaya!, era el mejor en muchos metros a la redonda. Pero nunca se colgó medallas, le bastaba una caricia de su dueño para sentirse recompensado.

Su vida había sido plena. Se supo querido por todos los que se habían tomado la molestia de conocerlo, y se supo respetado incluso por aquel vecino que daba un rodeo para no escuchar sus gruñidos. ¡Y cuánto le divertía gruñirle cuando pasaba! No había una razón determinada, pero no se fiaba de él.

El domingo fue el día que Terry escogió para irse. No tuvo problemas para encontrar el cielo de los animales a pesar de que ya su olfato de cazador empezaba a flaquear. Pero no había pérdida, los perros son muy listos y sólo tienen un sitio para ir cuando deciden que ya ha llegado su momento. Ellos no tienen infierno: no hay un infierno para perros porque ninguno se lo busca como solemos hacer los humanos.

Fue un viaje corto. Fácil. Una vuelta a casa. Y si Terry se había sorprendido de no ver a su amigo, Wanda no, porque su amiga estaba allí: sentada sobre el suelo, junto a ella; y fueron sus piernas almohada y sus palabras compañía. Si de algo podía sorprenderse era de que lloviera sobre aquel canasto viejo que jamás consintió en cambiar por ninguno de los que año tras año le traían los Reyes Magos, y sin embargo, llovía. ¿Llovía? Fue un gran esfuerzo, pero logró distinguir el rostro de su amiga, no, no llovía: eran sus lágrimas. Tuvo que hacer otro esfuerzo para lamer sus manos que sin un minuto de descanso la acariciaban. Eran caricias especiales, idénticas a aquellas que, cuando a veces veía que a su alrededor se extendía un hálito de tristeza, ella, sentada sobre las patas traseras y despacito, apoyaba en sus rodillas el morro. «Busca a Terry, prométeme que buscarás a Terry». Ah, sí, Terrible. Sí, lo encontraría. Y a su lado, echada sobre nubes peludas y calentitas, cuando la noche diera paso a ese segundo especial -aquel que, aguantando la respiración ambas habían contemplado tantas y tantas veces-, le haría saber que ella tampoco olvidaría a quien fue su compañera desde un lejano día en que, a través de los barrotes de la jaula dentro de la cual, ella, como el resto de sus compañeros, esperaba quién sabe qué: lo que fuera, quizá que la durmieran para siempre, vio por primera vez sus ojos.
-Ven, bonita, ven.
No había nada que temer, se dijo, y fue.
-Ah, buena chica. Buena chica. ¿Quieres venir a vivir a mi casa? Te llamaré Wendy. ¿Sabes quién era? ¿Noooo? Ah, no importa, luego te lo cuento.
-¿Ésa? -preguntó Jose, el veterinario- Pensé que te gustaría más el cocker español; tiene algo de otras razas pero... Calló al ver su firmeza. -Comprendo, ha sido un flechazo, y dirigiéndose a ella: has tenido suerte, "chica". Mucha. No sabes cuanta.

No supo cuánto tiempo tardaron en sacarla de allí. ¿Y si se arrepentía? Pero no, no se arrepintió. A cambio, ella no ofreció resistencia, se dejó coger, y, aunque asustada, subir en aquel cacharro que le conducía a su nuevo destino.

-Desde luego, jobar, hay que ver: ¡José Antonio se ha confundido al escribir el nombre! Jolines, cachis en los mengues -se acurrucó preocupada, algo malo estaba ocurriendo- ¡le ha puesto nombre de pez! Oír su risa la tranquilizó. También sentir su mano que, ignorando aquel: «no la toques hasta que la bañemos», jugueteaba con sus orejas, y su voz que susurraba: hemos tenido suerte de que seas "chica", y es que tú no lo conoces aún, pero de haber sido "chico", Jose te hubiera llamado Groucho...



PD
Perdóname, Wandita, Torrente Ballester era un gran escritor, y yo aún no he sido capaz de encontrar el agujero de las palabras que necesitaría para contar tantas y tantas cosas como hemos vivido juntas. Hasta siempre fiel amiga.

Hasta siempre.


3 Comments:

Blogger Mar said...

Indah...

¿Wanda era tu perrita?

Lo siento de verdad. Ella estará emocionada al leer estas líneas.

Besos, guajina. :***

4:06 p. m.

 
Blogger UMA said...

Y yo me quedo sin decir nada...
tampoco lo consigo.
Un abrazo, In.
Cuidate

7:35 p. m.

 
Blogger Thalasos said...

Una deliciosa confusión, que provocó menos desaliños que en el caso de aquel niño al que su madre se empeñó en llamar Visigodo, de apellido Sempere, y el secretario del registro escribió VeaseGordo Siempre. Con gran disgusto de la familia, que el titular de la gracia hubo de esperar algunos hasta comprender de qué se trataba.
Bueno, el chascarrillo se lo envías en tus rezos a Wanda de mi parte, que sé que tienes canal digital celeste.
Y de paso le dedicamos la Misa Nº1 de Bruckner, que a estas horas, cerca de las 11 le vendrá fetén.
Besos Indah. En unos meses habrá que visitar a ¿José Antonio? ¡Andá! Pues ahora qeu lo menciono, así se llamaba el del registro de Veasegordo...

10:53 a. m.

 

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