lunes, enero 02, 2006

No hay dos sin tres...

Normalmente mi perrita es tranquila. Sus manías no llegan más allá de dedicar dos ladridos a los repartidores, y yo creo que es porque ella asocia el sonido del telefonillo de la portería a visitas muy especiales. Por eso, en estas fechas tan entrañables y pródigas en encuentros y reencuentros, se convierte en un animal paranoico: permanece durante minutos y minutos en estado de alerta, hasta que se harta porque no suena, o lo que es peor, hasta que suena. Y cuando ocurre, ya no hay remedio: se pasa de la raya y se "emplea" de tal forma que incluso antes de la llegada de la supuesta visita, la intensidad de sus ladridos es prácticamente insoportable (y, aunque es posible que ocurra, no voy a hacer referencia a la “culada” con que te puedes encontrar si se te cruza por medio). Una vez explicado esto, es fácil darse cuenta de que responder a la llamada es como una lotería: tú preguntas, pero como ella ladra, es imposible saber quién te pide que abras la puerta, de modo que tras decir varias veces ¿quién, quién, quiééééén?, acabas abriendo sin tener idea de qué sorpresa te aguarda.
Esta mañana, y aunque era temprano para que alguien se presentase de improviso, hemos revivido una escena de las muchas que han sucedido desde Noche Buena, y de las muchas que se irán sucediendo hasta que, pasado el día siete de enero, se tranquilice. Estaba yo buscando por el armario de las chuches unas magdalenas (no hay razón especial, me gustan para desayunar :) cuando ¡zas!, el telefonillo; he de decir que me he librado de acabar con el trasero en el suelo porque intuitivamente –no está mal colgarse medallas de cuando en cuando- valeeeeee, no fue intuición sino que yo sé perfectamente que las magdalenas son un bocado exquisito para ella, bueno, las magdalenas, los bizcochos, el pan tostado, cualquier cosilla de ésas (y de otras), pues eso me he librado porque ya contaba con que estuviera detrás de mí, y me di la vuelta con cuidadito, y fui a responder. Algo entendí, un no sé qué del ministerio. Y eso, estrictamente eso, contesté cuando preguntaron quién subía:
-¿Tú crees, salvo que seas la bruja Lola, que se puede saber quién viene a esta casa? Jobar, Wendy (no es su nombre, digamos que es su “nick”) jolines, ¡cállate ya! que me vas a dejar sorda. Decir todo eso es una pérdida de tiempo pues, excitada como está no se entera; al revés es como si le tocaras las palmas: se anima.
-Por favor, ¡deja de gritar! –me llegó desde el interior de la casa.
-¿Yo?
-Sí, tú.
-Yo no estoy gritando, es que si lo digo en un tono normal no me oyes y me haces repetir.
-¿Qué?
-Pues qué va a ser, lo que estoy diciendo.
-Eso quiero saber, qué estás diciendo, no me he enterado...
En fin, lo que comenté antes: dije estrictamente que era alguien de no sé qué ministerio.
-¿De cuál?
-¡Y yo qué sé!
-Bah, será la carta del Ministerio XYZTTKK.
-Será, porque desde luego del ministerio de la velocidad no es; eso seguro, me voy a quedar helada.
-Pues cierra la puerta.
-Sí, claro, y que tenga que tocar el timbre y esta loca se vuelva más loca aún.
A todo esto, Wendy daba vueltas y vueltas, e iba y venía de la zona desde donde llegaban las tonterías como ésa de “pues cierra la puerta”, hasta la puerta, o se dedicaba a dar la vuelta alrededor de mis pies; creo que se preguntaba cómo era posible que no estuviésemos todos juntos esperando. Esperando a recibir a quien fuera que llegaba.
Y por fin llegó. No sé, pero algo, quizá sus “hechuras” -que dicen por algunas zonas de España-, me parecía familiar; pero claro, con los parecidos me ocurre como con las Formas Cuadráticas, bueno, me ocurría porque, finalmente, ya sé (y lo sé de buena tinta) que las Formas Cuadráticas son como grupos de amigos que quieren hacer una comuna... pongamos que son grupos de tres, y que lo que calculan no es el dinerito que han de entregar, no no, calculan el esfuerzo: de eso se trata. Es decir que lo que calculan es el mérito del día, el que han hecho cada una; menos mal que no soy fórmula cuadrática, porque... ¡negro futuro el que me esperaba! :)
Jo, ya me he liado. Bien, estaba en que había encontrado algo familiar en aquella persona, tanto, que cuando preguntó si aquella era mi casa estuve a punto de responderle que vaya pregunta idiota pues él debía de saberlo perfectamente, pero... pensé en que también las equis, y las ies griegas, y las zetas parecen iguales, y no lo son, así que me limité a asentir y él se limitó a entregarme un paquete y ponerme debajo de la nariz un papelote para que firmara. Vi un membrete que me parecía de cierto ministerio, pero así todo dudé en firmar. No se puede uno fiar de nadie, ni del gobierno, ni de los ministerios -y menos aún si te envían paquetes-; no se puede firmar cualquier cosa que te llegue, y que, ¡quién sabe!, luego puede ser utilizada en contra tuya. Así que pregunté qué había dentro.
-Ábralo -me respondió-, si es que usted es el objeto del envío.
-¿Eh? ¿El objeto? Puff...Yo no soy el objeto de nada.
-Veamos, ¿usted no es xxxx xxxxx xxxx?
-Pues no.
-Y entonces, ¿por qué me ha respondido que sí?
-Usted me ha preguntado si ésta era mi casa, no si yo era xxxx xxxx xxxx.
-Le falta una Equis.
-Sí, vamos, porque usted lo diga.
-Porque yo lo diga no, porque las he contado.
-Pues debería aprender a contar.
-Ya... porque usted lo diga.
-No pretenderá que se lo diga Wendy, ¿verdad?
-¿El chucho?
-Uísssss, la vamos a tener, no llamé chucho a mi perrita.
-¿Acaso no lo es?
-Lo es, pero no tiene usted que refregárselo por el morro.
-Pues morro tiene.
-¿Ella? Usted sí que tiene morro, ¡vamos! ¡Devuélvame ahora mismo mi magdalena!
-Pero, pero... ¡si me la ha dado usted!
-¿Yo? ¿Cuándo?
-Cuando le he puesto bajo el morro, digo, la nariz, el resguardo de entrega para que lo firmara. Por cierto, ¿por qué no firma de una vez y así me puedo ir?
-Primero quiero saber qué me entrega.
-Oiga, tienen calefacción, ¿no? Pues si me permite entrar, es posible que no me quede congelado.
-Pero bueno, ¿qué pasa? ¿Es que...

No, no me voy a extender (ya lo he hecho bastante), y no me voy a extender más porque lo que tengo que decir es suficientemente preocupante como para compararlo con su entrada triunfal en la cocina pidiendo una “tasita de café para acompañá”. Así que, con permiso de xxxx xxxxx xxxx, arranqué sin ningún miramiento el papel de envolver, y temiéndome alguna broma pesada del estilo de “Ejem... este paquete se autodestruirá en 4 segundos”, abrí el “bulto sospechoso”.


Pues... para pesada (y sospechosa) la broma que había dentro. Bajo un papel color verde agua que ocultaba un chándal, y uno de los vídeos de aeróbic de Jane Fonda -para practicar, supongo-, y en letras rojas del tipo de las que se usan para las pelis de terror, se podía leer:

Recuerda que no hay dos sin tres.
Ya han caído los fumadores.
Y en breve se va a promulgará la ley “seca”.
Así que...



En fin... ¡qué gentiles! Y eso que una no lo necesita.

indah