domingo, julio 30, 2006

Con lincencia

Con licencia para matar (o morir), fingiendo que no importa,
recorres laberintos de calles
y subterráneos verticales aún por explorar;
vistes de blanco y negro; saludas a todos por igual.

Necesidades dame para cubrir cada exceso, dices.
Y yo, que sólo opongo razones
a la ley que me prohíbe volar
(que no soporto, lo sabes, a ladrones de tumbas),
con el rostro cubierto de arena y restos de algas,
y la vista nublada, no me alejo;

no calculo, no reprocho,
no marco mis mapas, ni mis cartas ni enderezo el timón
ni pongo rumbo a donde nadie pueda dictarme lo que hacer
-y aún te quejas de las velas que pinto en mi horizonte-.

A todos, no lo olvides, nos asiste el derecho
de recordar la infancia quizá como no fuera.

indah