viernes, agosto 19, 2005

No hay sepia que por bien no venga...

¿Han intentando separar un calamar congelado de un montón de calamares congelados? ¿Y cortar una cebolla a cachitos e introducirla en su bote de champú? ¿No? ¿No?; pues yo sí, y cuando terminé... Creo que mejor será que se lo cuente desde el principio, aunque, como no sé cuánto voy a extenderme, quizá tenga que verme obligada a contárselo en dos entregas :))

No hay sepia que por bien no venga I




No hay nada, si exceptuamos un hijo adolescente, con todas las virtudes y defectos de esa sublime época, peor que un conserje servicial y amable, pensé. Allí estaba yo, en frente del hombre más inteligente y encantador que hubiera podido soñar y de un crío que se esforzaba en comportarse como un hombrecito, deseando olvidarme de mí. De mí, de mi aspecto, de que me había comportado como si aquella fuera la primera cita de mi vida; y de que mi falta de previsión había logrado que lo encontrara todo manga por hombro.
Horas antes, tras echar abajo el contenido de mi armario
y descartar, descartar y descartar, me enfrenté a la única percha que quedaba en su sitio.
- ¡Daniel! –grité; y sin esperar respuesta porque Daniel jamás respondía a la primera, volví a gritar-. ¡Daniel!
- Jo, mamá, ¿otra vez?
- Sí, lo siento, perdona. Dime que opinas de éste: ¿demasiado escotado?
- Psech -respondió sin apenas mirarme-. Prueba a ponerte lo de atrás
para delante.
Lo dijo, lo sabía, para que le dejase en paz, pero no era mala idea, así que, en el escaso espacio al que había quedado reducido el suelo de mi cuarto (el resto era prolongación del armario), di un par de vueltas ante el espejo. No, no estaba nada mal. Ya sólo me queda conseguir que las dos arruguitas de «carácter» y las dos «patas de pollo» -porque no podía llamarlas patas de gallo- desaparecieran (o se disimularan lo más posible). Éste es uno de los problemas de llevar siempre la cara lavada: jamás encuentras nada que pueda ayudarte.
- Daniiiiii. -Volví a gritar.
- Jo mamá, ¿otra vez?
- Anda, mira a ver si encuentras en Internet algún truquillo rápido para disimular arruguitas y cosas así. ¿Me harás ese favor?
Poco después tenía sobre la mesa de la cocina, un folio con un milagroso «remedio casero».
- ¿Sepia? ¡Daniel, ¿qué es una sepia?!
- ¡Y yo qué sé!
- Pues averígualo.
Segundos más tarde leía la respuesta en otro folio. ¡Y ya iban dos!
- Jolines, ¿y los llaman remedios caseros? ¿Todo el mundo tiene una sepia en su casa? ¡Daniel!, consulta si una sepia es lo mismo que un calamar. Pero no me lo escribas, ¡sólo dímelo!
- Siiiiiii; bueno, parecida.

¿Han intentando separar un calamar congelado de un montón de calamares congelados? ¿Y cortar una cebolla a cachitos e introducirla en su bote de champú? ¿No?, pues yo sí, y cuando terminé, agradecí la insistencia en que era conveniente permanecer al menos media hora en reposo absoluto, y a ser posible tumbada. Creo que perdí la noción del tiempo; de pronto, un débil sonido me hizo dar un respingo e incorporarme tan acelerada como si una escuadrilla de aviones enemigos estuviesen bombardeando la casa. Y fue el principio del fin. Tras unos segundos de desconcierto intente decir: ¡el móvil!, pero no pude. Mierda, pensé, al tiempo que, haciendo equilibrios para no caer de cabeza, me abalanzaba sobre la zona del suelo en la que había quedado enterrado. Poco después, y aferrada a él, comprendí que no podría, por mucho que quisiera, incorporarme sin ayuda.

-¡¡Danf!! ¡¡Daniffff, Daniellff!!

Nunca, ¡nunca!, aconsejaré a nadie que tome azúcar como posible remedio para unas agujetas que no se tienen; es más, advertiré a quien quiera oírme que, mezclada con ciertos ingrediente, algunos tan poco comunes en remedios caseros como la sepia, produce alucinaciones. O eso me pareció cuando, tras ser rescatada del montón de camisetas, pantalones y faldas, comprobé que todo lo que me rodeaba aparecía deformado y turbio, y que algo, un elemento extraño, se deslizaba despacio desde mi ojo derecho hacia mis labios, y que éstos, medio sellados por una mezcla de yogurt, miel y yema de huevo, se negaban a sonreír a pesar de lo ridícula que era la situación.

Mientras respondía con la cabeza a su: «¿mamá?,¡mamá! ¿eres tú?», y sin inmutarme por el tonillo en que lo había hecho, sorteé el paragüero, el revistero, la cómoda y el sofá, y cuando el chisme lleno de discos compactos se balanceó peligrosamente a mi paso, supe que había logrado cruzar el salón sin que aquella porquería: dos pegotones de ralladura de patata casi tan duros como el cemento, se hubieran despegado de mi cara. Jurando en arameo, y asegurando en cristiano que mi próxima casa, si alguna vez la tenía, sería de ambiente minimalista, me di cuenta de que no sabía dónde estaba. Y me quedé quieta. Detrás de mí, Daniel, supongo que temiendo que me pusiera a maldecir en suahili, trataba de aguantarse la risa.
-¡Agua! –exclamé, comprobando que al menos mis labios se había despegado-.
¡Necesito agua! ¿Dónde estamos?




(eso, ¿dónde? Hmmm. espero que mañana lo sabremos :)

indah

4 Comments:

Blogger moody said...

tu lo que te has puesto ha sido un pulpo!!!!

11:20 p. m.

 
Blogger Jacinta said...

JAJAJAJAJA!!!! hacìa mucho, pero muchooooooo tiempo que no me reìa asì en la nete. con cada palabra tuya imaginaba la situaciòn y me mataba de risa. ¿EN VERDAD HICISTE TODO ESO???? Yo no puedo vencer a mi autenticidad sagitariana y cuando antes tenìa una cita era tan sòlo yo. maquillada, coqueta, arreglada pero sòlo yo. si hay arruguitas, las hay, no es algo9 que yo puedo modificar alguna vez. En verdad està buenìsima esta experiencia, es tan propio de nosotroas las mujeres; los hombres no se hacen tanto lìo por una cita.
No sabìa que tuvvieras un hijo, ¿cuàntos años tiene???
estoy a la ESPECTATIVA DE TU POXIMO COMMENTS... quiero saber què pasò.
besos...
:)

1:17 a. m.

 
Blogger indah said...

Tú lo que quieres es adelantarte al final, moody :))))). Nooooorrrr, no era un pulpo, bueno, creo que no :))

8:18 a. m.

 
Blogger indah said...

Hola Jacinta. No sabes cuánto me alegro. Que tú te rías es bueno para Iñaki o para Mía, ¿ya lo sabes con seguridad?

Bueno, ahora, vamos por partes: no, no hice nada de eso, en realidad es un relatillo inventado, que intentaba ser una "crítica" hacia esa enorme cantidad de 'remedios' caseros -y no caseros- ésos que en un dos por tres te dejan perfecta. Cierto que yo, de necesitar urgentemente arreglarme para una cita tan especial, tendría que recurrir a ellos, porque voy, como suele decirse, "con la carita lavada" y no encontraría nada qué ponerme en ella :)

La historieta que escribo, poco tiene que ver conmigo. Surge de un 'reto' que fue propuesto no recuerdo por quién, alguien que también se divierte escribiendo, supongo, y como casi todo ese tipo de propuestas debía cumplir ciertas condiciones; entre otras, la principal, conseguir, al menos, que el lector sonriera, y uno de los 'protagonistas' tenía que ser una sepia.

Cuando me lo dijeron pensé que era un horror, pero bueno, se juntaron mi deseo de "arremeter" contra los remedios de belleza, y la sepia... El resto, aunque debo encontrarlo dentro de mí, o en mi entorno, no deja de ser un ejercicio como otros muchos que me sirven para hablar de las tonterías que se me ocurren (a veces se me ocurren sin más, otras... sólo cuando me pongo a escribir :))

Gracias por leer, por reírte, y por decirlo :)

11:44 a. m.

 

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