martes, agosto 16, 2005

Declaración de principios


El BANCO III
(Ensayo :)


(Continuación)

Como decía ayer, sólo me voy a detener un poco en una de las muchas cosillas que pueden suceder, pero antes me gustaría hacer una declaración de principios pues, en un Ensayo (aunque el principio de éste... a saber dónde puede usted hallarlo) me parece a mí que no debería faltar:

-------Declaración de principios:

-----------Usted puede pensar lo que guste. Sólo faltaba.

-------Fin de la declaración.

Y tras dejarlo claro, vamos al siguiente (y único) punto:

·1- Como dije en la declaración de principios, el dueño del trasero puede pensar lo que guste. No seré yo quien le diga a nadie ¡pues hasta ahí podíamos llegar!, qué ha de pensar cuando lo sienta en un bien público, entre otros motivos porque a mí no me gusta que nadie me diga qué debo pensar cuando siento mi trasero en ningún sitio. Y como tampoco me gusta que invadan mi espacio vital, ni ninguno de mis otros espacios, si por motivos ajenos a mi voluntad ocurriese, me sumerjo en consideraciones de todo tipo, algunas bastante psicodélicas y surrealistas, que no vienen al caso. ¿Y por qué no habrían de venir al caso? Pesch... pues podrían venir -o irse-, pero dado que no estoy muy segura de saber explicarlas, me quedaré con la que menos lo es (o eso creo), y lo intento. Veamos:

De momento, yo -y me juego el cuello a que usted en mi situación haría lo mismo-, miro al frente con carita de despistada o de disimulo mismamente. Mi sentido más crítico, el del olfato, puede sentirse, valga la redundancia, molesto o encantado, eso depende, pero como empiece a funcionar, lo hace en una dirección u otra. A continuación, y sin que la cabeza se mueva un ápice, someto a mis ojos a un ejercicio difícil, muy difícil, pues los obligo –con discreción, claro está-, a que miren a izquierda o derecha dependiendo de dónde esté situado el otro (conste que esto fue así hasta que un día decidí ahorrarles trabajo; desde entonces sólo me siento en los extremos de los bancos). En ocasiones –sobre todo si se me ocurre pensar en el ridículo tan espantoso que estoy haciendo- he sentido deseos de ver mi cara y qué expresión se me pone, pero de momento no he podido, y por diversos motivos. Uno de ellos, porque –¡y mira que me fastidia!-, nunca llevo un espejo en el bolso, cuestión ésta que trae a mi memoria aquello que le dijera un rey español a..., pues no recuerdo a quién, cuando le pedía explicaciones de por qué no habían doblado las campanas al entrar Su Majestad en el pueblo. El interrogado meditó, y respondió: «por siete razones»; díjole entonces el rey: «¿y cuáles son esas siete razones que han mantenido mudas a las campanas?», y el interrogado contestó: «la primera, majestad, que no hay campanas», a lo que el rey respondió: «entonces, las demás seis me sobran». A mí... pues como al rey, después de mi primera razón, las tropecientas que pudiese encontrar también me sobran, y doy por sentado -no su trasero- sino que a usted también.

(El punto y a parte es porque llevo un rato tratando de poner uno, pero no encontraba el lugar adecuado, y me estaba ahogando; además, porque tengo la sensación de que le estoy aburriendo (oigo un Zzzzzzz.... Seeeee, en la lejanía, y no sé yo; en fin, que hago recuento y me parece que me falta algún lector. Si es que... ¡impacientes!)

Es igual, es igual; vale: retorne, regrese, sitúese, concéntrese (esto es un Ensayo, y los Ensayos son difíciles de comprender, no lo olvide, de ahí su nombre, si fueran fáciles se llamarían novela o cuento o relato, o quizá... poema, pero nunca, nunca jamás, se llamaría Ensayo) y tampoco olvide –o no entendería nada, y no quiero perder otro lector- que yo estaba intentando que mis ojos mirasen a derecha o izquierda pero sin mover ni un ápice la situación de mi rostro: al frente, siempre al frente. Ocurre entonces que, como la otra persona acostumbra a hacer lo mismo, sobre su aura y la mía se encuentran cuatro ojos que se miran de forma oblicua, y, como la situación sorprende un poco, para qué nos vamos a engañar, intentas salir airoso de ella y para ello: te planchas el aura con la mano, te toca la frente, carraspeas, giras los ojos en redondo y, finalmente, comprendes que de seguir así acabarás pareciéndote a Regan (la niña de «El exorcista»), y que nada de lo hecho con anterioridad arregla la situación, sino que la empeora, y procedes a decir el consabido: «buen día hace hoy»; o: «pues parece que hace menos calor que ayer», y cositas así que son bastante tontas para decirle a alguien a quien no conoces; y aunque lo conocieses porque el otro ya lo sabe y, por regla general, le importa un pito lo que tú opines del tiempo.

Pero... vamos a suponer que quien se ha sentado a tu lado no lo ha hecho sobre tu aura, ni es una persona mal educada que te responde: «se guarde usted su opinión donde le quepa que a mi tanto me da que me da lo mismo lo que usted opine sobre el tiempo o sobre cualquier otra cuestión». Esto, esto - y lo recalco porque es importante-, es algo que no suele ocurrir, y está bien dejar constancia de ello pues demuestra que en el fondo somos más educados de lo que parece. Al contrario, lo que suele suceder es que el otro asienta y/o diga cuatro palabras sobre el mismo tiempo, o sobre el tiempo del año anterior -que nadie recuerda, pero queda estupendamente-, o sobre las dos cosas. Algo así:

- Cierto, cierto, hace menos calor, no como el año pasado que por esta misma fecha hacia más.

Tú, naturalmente, no vas a ser menos y dices:

- Tiene usted toda la razón.

Llegan, después, momentos de suspense en los que no sabes si continuar hablando del tiempo, callarte, pues ya ha sido lo suficientemente educado y puede dedicarte a otra cosa, o buscar un nuevo tema de conversación. O puede ocurrir que...


que.... eso... mañana, ¡si Dios quiere!, lo sabremos :)).


indah

2 Comments:

Blogger UMA said...

Nooo, mañana! uff, again!;))

Tu ensayo me tiene en vilo! y sì que cada cual lee desde lo que es y puede pensar lo que le guste. Como siempre maravilloso, còmo hacès para decir lo que decìs con tanta maestrìa?
Te admiro, Indah, sos buenìsima.
Y a veces no importa no tener un espejo a mano, ya te imagino la "carita" sentada en el banco, jaja.
Un abrazo.
Te sigo;)
Acà hay una "lectora fiel" (y paciente por suerte)
Beso

3:28 p. m.

 
Blogger indah said...

Ya está, ya está, yaaaaaaaaaa :)) Ya no te hago esperar más. Confieso que he estado a punto... pero no he querido seguir siendo mala :))

Y... Ais, ¡ qué estupendo que imagines mi carita de boba! :))

Prometo que, de hoy en adelante, intentaré ser más concisa pero es que... jo, me pongo y no termino nunca, me cuesta explicarme :)))))

Gracias, Uma.

y ya sabes.... cuídate de los bancos :)

4:47 p. m.

 

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