lunes, mayo 16, 2005

«mirando geranios en ventanas que no habían»


«mirando geranios en ventanas que no habían»
Mario Marqués



Caprichosa la luz. Cercado está el silencio
y encerrado en sí mismo,
pero afuera luchan entre sí fotones y protones.
Afuera, igual que hay un Sarajevo
y un Irak, hay, lo sabes,
un lince herido que se perdió en sus mapas forestales;
eso afirma el furtivo.

Pero se engaña.
Se engañá igual que cuando yo digo que no puedo vivir
ni hoy, ni nunca, como lo necesito,
para llorar por todo. Para llorarlo todo,
o reafirmo mi deseo de ser perfil caprichoso
que espera en algún punto irrelevante
a que florezcan las hortensias;
o remolino rojo sangre sobre el cristal del color con que se mira
al otro.

(¡Qué difícil oficio el de ser luz!)

Se sorprende el furtivo al escuchar: mientes.
Quizá porque se lo dice la chica que cruzó hacia la lluvia
(naufragio era su voz, y te llamaba)
cuando la noche olía a derrota
y retornaban de nuevo las cigüeñas
y los aleros se cubrían de nieve blanca y gris;
la que recuerda que no había lanzado
-todavía- una moneda a la Fontana di Trevi
y no le dolía el dolor,
ni el amor
ni las rodillas de rezar en Saint Sulpice,
ni en remolinos sobre cualquier espejo
imaginaba un desayuno con diamantes,
porque aún buscaba "geranios en ventanas que no habían"
(antes de que cayeran bombas sobre Bagdad)
cuando no quería, como quiere hoy,
volver a aquello que vale poco o nada: volver.

Volver.
Con la tarde deshecha a la espalda
y los cabellos teñidos de vientos azul Sena,
a su niñez de azúcar y de nueces.


indah

1 Comments:

Blogger Carz said...

La niñez nos recuerda
que tuvimos tiempo
para hacernos libres
y que, al final, erramos el camino.

Amamos volver a lo imposible,
cruzar el tiempo a lomos de las lágrimas,
embalsamar con besos las derrotas
y con versos hacerles los sudarios.

Porque el sabor que tuvo el chocolate
no volverá a repetirse en nuestra boca,
y porque el temblor de unas manos que acarician
ya no hará surcos tan profundos en el alma.

Porque en los balcones de mi casa
ya no quedan macetas de geranios.
Porque ha muerto nuestra infancia,
y, a lo muerto, se tiende a venerarlo.

4:20 a. m.

 

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