A ras de la palabra
No te preguntes por qué huye la tarde con el perfil de tus manos
enredado en sus sombras,
o de dónde sacó la mar ese aspecto de espejuelo de feria
que las trae, las deforma, las lleva y las forma de nuevo.
No te preguntes por qué huele a romero y a menta si es invierno,
o qué le ocurre al brandi que quedaba en tu copa.
No lo hagas, o pensarás en mí.
Y no importa si para entonces se me hubiera ocurrido envejecer,
o se me hubiera ocurrido ser vulgar y morirme: yo he de surgir del mar.
Como en medio de un deslumbramiento, he de surgir del mar
porque incluso si hubiera envejecido, o muerto,
aún conservaré en las mejillas el rubor del vuelo de una alondra,
y en los ojos, donde un día encontraron cobijo los zorzales,
descifrable- podrás hallar el código de un dialecto antiguo
que sólo ellos (y tú) conocen; y el tacto y el sabor de la fruta
(de la fruta madura de los primeros besos) en los labios.
Yo he de surgir del mar. Recuérdalo. Me debes el indulto.
indah
3 Comments:
Sí. Seguro.
Si se lo pregunta pensará en ti.
Y no importará que hayas querido envejecer o incluso morirte.
Resurgirás del mar, o de una poza de agua transparente.
Confío que él sepa descifrar el código del cualquier dialecto antiguo y compartir contigo el sabor de la fruta en unos labios maduros y primeros.
Y seguro que obtendrás su indulto.
Hermoso poema, indah.
Un beso.
12:51 a. m.
No voy a dejar que conteste ella (es lo malo que tienen las pozas: son como las rogativas; y ella es así, la invocas... y aparece).
Así que aprovecho este momento, éste, en el que ha vuelto a observar sus manos, inmóviles bajo el agua: a su derecha, un cachín de tierra le separa de la corriente que no se ha dejado atrapar por 'La Pría', a su izquierda, un extenso sembrado: maizales. Maizales jactándose de no ser oídos cuando crecen, que ocultan -y cómo- mazorcas recién nacidas (ésas, son las únicas que deberíamos comer, qué buenas, Dios mío, patatas y mazorcas tiernas, asadas entre brasas, sobre el suelo, y untadas con mantequilla hecha en casa). Frente a ella, la otra orilla, y a su espalda, Jana.
Gracias, Carz.
indah
10:45 p. m.
Hacía mucho tiempo que no pasaba a verte, guajina, y como siempre es un placer comprobar que tus poemas siguen siendo magníficos.
Un beso grande.
Mar
3:14 p. m.
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