Llevo un rato, largo, tratando de escribir algo medio decente sobre la poesía de Chantal Malliard. No. No. Y es que he empezado mal. Yo no podría escribir sobre su poesía, ni sobre la de nadie: no tengo conocimientos suficientes para hacerlo. Trato de expresar, es lo único que puedo hacer, lo que su poesía supone para mí. Su poesía, y su poesía en su voz.
Desde siempre me ha gustado Chantal. Recuerdo, y no todo lo bien que me gustaría, una entrevista que publicaron en un diario nacional, o virtual –lamento haber olvidado cuál-. Respondió a una pregunta haciendo una clarísima separación entre poesía y filosofía (ella es filósofo), venía a decir, pido perdón por interpretar sus palabras, y quizá equivocadamente, que lo filosófico precisa de investigación, y por lo tanto, de una disposición para ello, en tanto que lo poético no necesita de voluntad; todo lo contrario.
La poesía es ritmo; música, y, por ello, y vuelvo a interpretar mi recuerdo (mejor será que no, voy a ver si la encuentro en google; ajá, abajo copio el link) .
Textualmente, decía:
“Lo que no se puede hacer es filosofía cuando se hace poesía ni poesía cuando se hace filosofía, eso descartado.
P. ¿Por fidelidad a los géneros?R. No. Creo que es una cuestión de ritmo, de musicalidad. La musicalidad poética está reñida con la indagación filosófica que, como digo, es voluntariosa.”
Para mí, su opinión quitó importancia a las muchas discrepancias que existían –que existen- entre quienes son partidarios de lo que se considera “poesía del sentimiento”, y los partidarios de otras corrientes.
Recitando, Chantal me recuerda a una amiga que lo hace muy bien: su trabajo lo requiere. Quizá, por eso me han parecido distintos algunos de sus poemas. Por ejemplo:
Escribir, que forma parte de su libro
Matar a Platón, Premio Nacional de Poesía 2004, os lo recomiendo (también oírlo, además me parece que está entero), lo encontraréis en el enlace que copió vertigen.
Recojo algunos versos, al azar, de modo que poner (...) entre cada uno, aunque alguno es posible que guarde el orden que ella le dio:
Escribir para descansar
Escibir a pesar de la derrota ya prevista
(...)
Escribi con derecho al llanto
Como si cerrase los ojos, para no cerrarlos
Para sentirse viva, aún
Escribir como quien deja la luz encendida
Con palabras pequeñas.
Palabras latigazo, como.. demasiado.
Escribir todas las muertes es mi muerte
Escribir para perdonar, para ser perdonada
(de
Escribir)
Nada, nada entre las letras que escribo
(...)
En mis palabras, nada.
Nada sobre la nada que describo
(...)
que late y luego me devora con la voracidad de un animal hambriento
Hasta que no queda nada de mí salvo esa nada que todo lo vomita
(...)
Las cuatro letras que lo indican
Y el mismo latido feroz que me devora,
Pronunciando tu nombre... pronunciando tu nombre.
(de
Juegos de Magia)
Dime, dice, oigo.
Dime lo que he de hacer...
Dime qué fue de mí.
(de
Dime)
Escribo porque tal vez no hablo.
N o...
m e
suel tes.(de
Aquí)
Por encima de mí, me sobrevuelo; así termina su poema
Pasión. Estremece escucharlo.
Estremece por lo sincero que suena en su voz, y porque, como bien dice: “no tengo problemas en desnudarme, en expresarme en los detalles mínimos cuando escribo.” Recuerdo que pensé: menos mal, y también, que sus palabras me sirvieron para responder a mi madre que, a veces, aún se sorprende. Me reprocha que digo que escribo sólo para mí, y después, voy y se ‘cuento’ a todo el mundo. Tiene razón.
Aprovechar que Internet nos ofrece tantas cosas buenas, acceder al enlace que ha dejado vertigen, y escuchar a Chantal. Merece la pena.
indah
http://www.elpais.com/articulo/semana/creo/corazon/tengo/elpepuculbab/20070616elpbabese_1/Tes