miércoles, agosto 31, 2005

Carta de Ajuste (Jorge Luis)

"El pequeño Jorge Luis (Borges) toma sus primeras lecciones con la institutriz británica Miss Tink. También comienza a escribir: un resumen de mitología griega y "La visera fatal", un ejercicio escolar sobre un tema de El Quijote."

Releo el texto. Es lo primero que me ha hecho sonreír hoy. Tanto como lo admiro y acabo de caer en la cuenta: alguna vez fue pequeño. Pero, ¿lo fue?

martes, agosto 30, 2005

Hoy terminaba mis clases de Taichí

Sé que lo echaré de menos, que se me hará largo el tiempo hasta que retome las clases. Sí, aunque a diario practique mi 'tachí' de andar por casa -el 'tumbado', como lo llamo por la lentitud a la que hay que realizar los ejercicios, y porque se hacen en posición de decúbito supino-; ay, esos seis ejercicios tan sencillos que desde antes de terminar el cole procuro hacer, a pesar de que esté cansada, pelín antes de acostarme. Una de mis profesoras me enseñó la importancia no solo de la higiene corporal, sino de la física antes de ir a dormir. Es agradable ser dueña de tu respiración, de tus músculos, sentirlos y sentir su torpeza, ¡o su elasticidad!, que de todo hay.
Si alguien me pidiese definir qué significa Taichí para mí, usaría dos palabras y una frase: delicadeza, belleza, y una indescriptible sensación de que todos los movimientos, y tú con ellos, son ondulados, circulares, redondos.
Como la tierra misma. Como una explicación del universo a un público que no existe, en un lenguaje que tampoco existe pero que solamente ellos podrían comprender.

En Taichí no gana el primero que llega a la meta: gana el último. Cada año, éste es el tercero, me repito que no debo olvidarlo nunca... algún día lo conseguiré.

lunes, agosto 29, 2005

Con permiso III




A Teresa Núñez




«(el mundo necesita de seres que se angustien,
que se hieran a veces premeditadamente).»
------------------------------- Teresa Núñez


Por eso, simulé mis temores; apilé clavos, maderas y ladrillos,
empastes; uñas postizas; lágrimas; billetes de autobús: simulacros
de mí. Y con gardenias de invernadero (oscuras) rehice mi corona.

Anduve por las calles pidiendo bocadillos. Paré todos los taxis;
pisoteé mi sombra estrangulada en grises en la boca de metro;
y sentí la emoción de un punto «corriendo» por mis medias.

La sortija «Cartier» y el pañuelo de «Christian Dior»,
no olvidaron su oficio de ser camaleones tirando de mi cuerpo.
Lloré con quien reía; reí con quien lloraba. Nadé sin olvidar la ropa
y por una cloaca descendieron los hilos, el dedal y la aguja
con que zurcirme rotos, y «sietes»(de cuatro letras), a puntaditas chicas.

No queda rastro mío (ni de mi imagen difuminada y breve):
el álbum de mi paso por este santo mundo dormita en la alacena,
entre tarros, azúcares, café-mezcla-molido, y hierbas aromáticas.

«Sostuve la comedia que el mundo me exigía.» Mas aún,
junto al felpudo lleno de pies cansados, la caja de canicas,
sorpresas, chucherías, dos cartas, un pez azul marino y unos versos
(los primeros que escribió esa niña que fui), amontono ilusiones
sabor a chocolate; y gnomos, y gigantes, y brujas, y hadas buenas.
«Nunca lo dije a nadie (esta clase de cosas
hay que callarlas siempre por si ladran los perros)» ,
y por eso,
me hice con cornalinas y feldespato ortosa mi propia arquitectura.


indah

domingo, agosto 28, 2005

Con permiso II

A Antonio Colinas



Algún día me enfrentaré al examen
más duro de mi vida, y espero sacar nota.
Después,
te miraré desde la seriedad de quien cumplió su sueño;
olvidaré el esfuerzo, los tanteos inútiles,
las hojas que cayeron, las noches sin dormir;
contaré con los dedos pérdidas y ganancias;
los minutos; las horas que invertí mal o bien.

Dedicaré mi esfuerzo a comprender misterios:
comprender, comprenderte; a,
desde la seriedad de quien cumplió su sueño,
decirme: «ha estado bien», «darme» alas al viento; y volar.

Y volar.

Entregarme a otro sueño. Decir con el poeta:

Hoy comienzo a escribir como quien llora,
no de rabia o dolor o pasión,
comienzo a escribir como quien llora de plenitud saciado
.
(*)

Entonces, despojada de la llama que arde
podré darte ocasión de que así me conozcas,
como ha de conocerse un libro de poemas:
al azar, abriéndolo al azar;
saltándose capítulos, introitos, epílogos,
sin orden ni concierto; sin tener que ceñirse a la numeración:

sólo tú, sólo yo.
La Vida.
Un poemario.


indah
(*)Antonio Colinas.

sábado, agosto 27, 2005

Con permiso I

A Belén Reyes



Hay algo que no cuadra en estos versos
aquí quito una coma aquí la pongo,
y se me embala el poema.
Pulso 'undo' y, desde ese momento,
no riman los besos con los versos
los cielos con los besos ni los vientos
los mares con los panes,
ni los peces con las quinientas veces
que he puesto y he quitado
esta maldita coma.

Y como ya no riman
ni cielo beso espeso
ni verso beso viento
ni verso terso tiempo,
pienso
que, como Belén Reyes,
yo quiero tener «un corazón de tetrabrick»,
un abrefácil, y una boca carmín
que diga todo lo que le dé la gana
-incluso hasta imitarla-
y no porque encuentre facilidad en sus poemas
sino por esa forma de decir, escueta y clara
y por el rojo que casi ciega de su página.

No sé si son buenos o malos,
(buenos, creo)
no juzgo más allá de lo que (más o menos)
me dicen sus palabras:
la vida es una mierda, haz que trabajas,
enciende tu PC, lee tu correo,
lee todas las versiones digitales de la prensa
y léete la cartilla interna;
piérdete en algún sitio pero reza
para que la factura de la luz
no sea de Hidroeléctrica.

En fin, que como ella:
«Me levanto del nicho de mi cama.
Me suelto los versos por la espalda.
Inyecto en mis venas tu mirada».
y me pregunto,
«qué voy a hacer sin mí cuando te vayas».

Pues bien, en tanto llega ese momento,
que se fastidie “el Windows”,
le he puesto un fondo agresivo -*muy, muy rojo*-
y en una esquina,
lo mismo que ella dice de su página:
«Está en construcción, (como yo)».

Gracias Belén, me has alegrado la mañana.

indah
05/2002

viernes, agosto 26, 2005

....

Haciendo una lista de personajes secundarios de "Crónica de una muerte anunciada". Bueno, la he comparado con otras que he visto hace un rato en Internet y la verdad es que había olvidado alguno -la última que he encontrado es la más completa- pero mejor... prosigo, la necesitaba una amiga que no piensa leer la novela, eso me ha dicho sin mover un solo músculo de su cara (dura) para su hermana que tampoco piensa leer la novela. Bueno, los exámenes están ahí, y ayer a la hora de la comida me pillaron de improviso pues, aunque yo discretamente me callé y me lié con el postre, siempre hay alguien que tiene la genial idea de preguntarte:
-Tú la has leído ¿no?
Asentí porque como ya he dicho me estaba tomando el postre y está feo hablar con la boca llena.
-¿Y es una novela buena?
Asentí, porque lo es, y por la misma razón: ya tenía otro cachito de melón en la boca.
-¿Y tú no podrías hacer la lista y un resumen cortito del libro?
Prometo que me iba a negar pero, de reojo, vi, clavadas en mí, miradas que me son muy familiares y.... asentí. Le den morcillas a la niña, pensé, si aprueba mejor para ella.

Pero todo esto no tiene nada que ver con lo que yo quería decir. Bueno, sí. En realidad no lo sé. Esto es un diario, ¿no?, pues esto sería lo que yo escribiera en mi diario si alguna vez hubiera escrito algo más que un: "Hola diario"

Lista de personajes secundarios de "Crónica de una muerte anunciada"

1.- Plácida Linero - Madre de Santiago.
2.- Ángela Vicario - Mujer de Bayardo San Román - Prima del narrador.
3.- Ibrahim Nasar - Padre de Santiago.
(...)
50- Argémida Lanao - Mujer de Poncho Lanao.
51.- Wenefrida Márquez - Tía de Gabriel García Márquez, vive al lado de Santiago Nasar.

Como veis son cincuenta y un personajes secundarios y tres principales, bueno, en mi opinión: Santiago Nasar, Bayardo San Román y Ángela Vicario... caray. Bien, pues no sé porqué extraña asociación de ideas –anoche, cuando terminé de hacer mi lista, recordé un párrafo de "El amor en los tiempos del cólera", párrafo que paso a copiar más que nada por si algún psiquiatra (sonrisa), en realidad no sé por qué me río, es más que posible que alguno lea esta libretilla, e incluso se atreva a diagnosticar que tipo de locura me hizo relacionar una cosa con otra:

"-Esto es pecado quemarlo –decía-, con tanta gente que no tiene ni que comer.
Así que la quemazón se aplazaba, se aplazó siempre, y las cosas no hacían sino cambiar de lugar, de sus sitios de privilegio a las antiguas caballerizas transformadas en depósito de saldos, mientras los espacios liberados, tal como él lo decía, empezaban a llenarse de nuevos , a bordarse de cosas que vivían un instante y se iban a morir en los roperos: hasta la siguiente quemazón. Ella decía: «habría que inventar qué se hace con las cosas que no sirven para nada pero que tampoco se pueden botar». Así era: la aterrorizaba la voracidad con que los objetos iban invadiendo los espacios de vivir, desplazando a los humanos, arrinconándolos, hasta que Fermina Daza los ponía donde no se vieran. Pues no era tan ordenada como se creía, sino que tenía un método propio y desesperado para desaparecerlo: escondía el desorden. El día que murió Juvenal Urbino tuvieron que desocupar la mitad del estudio y amontonar las cosas en los dormitorios para tener un espacio donde velarlo.
El paso de la muerte por la casa dejó la solución. Una vez que quemó la ropa del marido, Fermina Daza se dio cuenta de que el pulso no le había temblado, y con el mismo impulso siguió prendiendo la hoguera cada cierto tiempo, echándole todo, lo viejo y lo nuevo, sin pensar en la envidia de los ricos ni en la retaliación de los pobres que se morían de hambre. Por último, hizo cortar de raíz el palo de mango hasta que no quedó ningún vestigio de la desgracia, y regaló el loro vivo al nuevo Museo de la Ciudad. Sólo entonces respiró a su gusto en una casa como siempre la había soñado: amplia, fácil y suya"

Me dormí pensando que después de releer el párrafo, hasta yo me parecía razonable al pensar que cuando Juvenal Urbino comete la imprudencia de pillar al loro, en ese mismo instante, quien durante años y por su profesión ha luchado contra ella, la ha tratado de tú, la ha manoseado del derecho y del revés, asume por primera vez su muerte.

Recordé haber leído en algún sitio que "nada se parece tanto a una persona como la forma de su muerte", pero a mí me parece que en ese caso, ninguna muerte podía parecerse a Urbino, a quien gustaba decir que aquel amor por Fermina había sido el fruto de una equivocación clínica. Ella, más sincera, el joven médico de quien tanto había oído hablar a propósito del cólera le pareció un ser incapaz de querer a nadie distinto de sí mismo. Así todo, con él se casó y tuvo hijos. Y se creyó elegida del destino y la más feliz. Probablemente, a pesar de todo, hubiera vuelto a preferir a su marido entre todos los hombres del mundo si hubiera tenido que escoger otra vez.

He soñado que yo, cual Fermina Daza, quemaba en la hoguera a todos los personajes que García Márquez (incluídos los tropecientos de "Cien años de soledad"), y he soñado (mezclando lecturas, claro) que encontraban vivas –pero muertas- a mi amiga y a su hermana, tal y como encontraron al amigo del protagonista de un cuento de Javier Marias que se titula "Sangre de lanza". Tranquilos, me lo prestaron y lamento (ya me imagino que vosotros no :)), no recordar el cuento lo suficientemente bien como para transcribirlo de forma coherente: era un libro que se componía de doce cuentos y si tal y como suele ser mi costumbre, los lío... ¡madre mía!, os tendría que compadecer.

(En realidad, a los que hayáis llegado hasta este paréntesis, os lo agradezco tanto como os compadezco. Pero me siento orgullosa de vosotros, por eso cada noche agradezco a Dios tener tan magníficos amigos :)))

jueves, agosto 25, 2005

(©)Costumbrismo sentimental



Como al mar, se me va cayendo encima la mañana
y, entre mis pestañas,
un revuelo de vida sobre el mármol, perdurable a los ojos,
(busco tu voz en la profundidad de un pozo: sus pupilas)
se abre una ventana a la esperanza,
colmada de incertidumbres, de secretos.

Hay un silencio religioso en el aire: San Tirso, San Isidoro, San Benito,
casi sacramental. Y, en el aire, asustándola,
el «aullido» del último juglar rasga el etéreo mástil de la luna;
me fumo un pitillo viendo como se aleja,
distante como el cielo, con su vela de nube, y ofendida;

en una esquina, cerca —reacia la luz, y ambigua—
niño y gato se miran, quietos los dos, se miran
(creo que se comprenden).
Hay un recogimiento hacia el vacío bajo los soportales
—el ocre describiéndome los arcos—
y persisten los vínculos del sueño, caminan a mi lado,
como en Porlier, «El Viajero» de Urculo,
persiste en su espejismo:

lo efímero violando un eterno de Catedral-Basílica, y torre, o lo efímero violado por lo eterno, en el lienzo sobre un improvisado caballete; observo, y algo, la rosa o las espinas, me lo recuerdan: «Podría transformarme en persona grande e interesarme sólo por las cifras.»

—¿Te gusta?— pregunta (y hasta parece que le interesa mi respuesta)
—Sí, pero, por favor, ¿podrías pintarme «untequiero»?
No se sorprende, asiente.
—¿Y no temes que se lo coma el cordero?
Sonrío, los dos sabemos que los corderos
no comen ni «Baobabs», ni «tequieros».

Veo la alquimia de la luz desde sus manos,
y un paraíso estrecho (de planeta marino)
por el que, lenta, acostumbradamente
—el horizonte extendiéndose— navegan dos pinceles,
y un silencio inaprehensible de elefantes-boa,
que me absuelve:

«—¿Oyes? —dijo el principito—. Hemos despertado al pozo y canta.»



indah

miércoles, agosto 24, 2005

Divertimento jocoso (o cómo recuperar las telarañas de la memoria)

“sólo desde el conocimiento, profundo y vívido, podríamos estar en condiciones de juzgar con un mínimo de rigor.”
indah

Función compleja de variable compleja

Juzgar es sinónimo de ponderar, es decir, atribuir un valor y decidir si ese valor supera un umbral (bueno) o no lo supera (malo). Al decir esto, estamos ya prejuzgando, porque hemos supuesto que los valores altos son los “buenos” y los bajos los “malos” –quizás sea por la sociedad en la que estamos inmersos- y, al prejuzgar, estamos distorsionando la definición con nuestra lente social.

Pero esto no es lo más complicado pues, en mi opinión, la dificultad de algo tan cotidiano como juzgar (todos a diario emitimos –aunque no los expresemos en voz alta- gran cantidad de “juicios de valor”) estriba en tres puntos fundamentales:


  • El resultado de la función juzgar(hecho) no es un número real (es decir, un punto en una recta) sino un número complejo (o sea, un punto en un plano) por lo que no se puede establecer una “relación de orden total” o, en otras palabras, no se pueden establecer unos criterios coherentes para decidir cuando un punto de un plano es mayor que otro, por lo tanto, al juzgar, el resultado que se obtiene no es “universalizable” por lo que podríamos llamarlo “provinciano”
  • El valor de la sociedad a juzgar (o del “hecho” si admitimos que juzgar a una sociedad equivale a juzgar de una manera ponderada a los “hechos” que se dan en ella o, más precisamente, a cómo dicha sociedad “juzga” tales hechos) puede ser distinto en función de cual sea la “trayectoria” por la que nos acercamos al argumento de la función. Es decir, si nos acercamos a juzgar un hecho mediante una recta podemos obtener un valor distinto a si nos acercamos a juzgar el mismo hecho a través de una espiral (de violencia, por ejemplo). El lector avezado me objetará que esto sólo sucede si la función es discontinua en el hecho a juzgar, ante lo que me cabe responder: sabemos que la justicia es ciega ¿pero alguien se atreve a decir que sea continua?
  • Para que la justicia sea ciega (hemos supuesto que lo que se pretende es juzgar con justicia, si de lo que se trata es de juzgar arbitrariamente nos podríamos haber ahorrado todas estas disquisiciones) es necesario que ignore cualquier prejuicio, es decir, debe desasirse de todos los conocimientos que tenga por lo que la conclusión es, por desgracia, contrastable empíricamente: “en justicia sólo pueden juzgar los ignorantes”

Parafraseando a Ludwig Wittgenstein, “hemos subido a la escalera para tener la suficiente perspectiva que nos permita concluir que juzgar es un hecho arbitrario”. Y acerca de lo arbitrario… prefiero callarme.

martes, agosto 23, 2005

Vehemencia, teoremas y funciones

No soy tan vehemente como tú, me dice un amigo. Yo leo sus palabras, asiento: para según qué cosas soy vehemente. Y sonrío, porque me imagino, dentro de mi maquinita, a un pequeño 'bit' tratando de transformar impulsos eléctricos en afecto (y lo consigue). Es cierto que lo soy, tan cierto como lo que dice: las culturas no se pueden juzgar desde fuera. Y tienen razón; como la tiene cuando me dice que hacerlo desde la perspectiva y los prejuicios de otra cultura diferente propicia que siempre generalicemos lo peor: sólo desde el conocimiento, profundo y vívido, podríamos estar en condiciones de juzgar con un mínimo de rigor.

Abandono por unos segundos la lectura de sus palabras, y pienso que la vida sería más sencilla si a nuestras actitudes pudiéramos aplicarles teoremas y nuestros actos se ajustaran siempre a la 'verdad' de los de las funciones. De ser así, me digo, quizá ahora (hmm...) estaríamos hablando de una función biyectiva -cuya inversa también sería función, por lo tanto biyectiva- y par:


[ Función Biyectiva:

Sea f una función de A en B, f es una función biyectiva, si y sólo si f es sobreyectiva e inyectiva a la vez.

Si cada elemento de B es imagen de un solo elemento de A, diremos que la función es Inyectiva. En cambio, la función es Sobreyectiva cuando todo elemento de B es imagen de, al menos, un elemento de A. Cuando se cumplen simultáneamente las dos condiciones tenemos una función Biyectiva.

Ejemplo:

A = { a , e , i , o , u }

B = { 1 , 3 , 5 , 7 , 9 }

f = { ( a , 5 ) , ( e , 1 ) , ( i , 9 ) , ( o , 3 ) , ( u , 7 ) }

Teorema:

Si f es biyectiva , entonces su inversa f-1 es también una función y además biyectiva.

Ejemplo:

Función Par:

Una función f: R!R es par si se verifica que

"x" R vale f(-x) = f(x)


Si f: R!R es una función par, entonces su gráfico es lateralmente simétrico respecto del eje vertical. "Simetría axial respecto de un eje o recta" (el dominio tiene que ser un conjunto simetrico respecto al origen)

Se dice que una función es par si f(x) = f(-x).

Ejemplo: La función y = x2 es par pues se obtienen los mismos valores de y independientemente del signo de x.
La función f(x)=x2 es par ya que f(-x) = (-x)2 =x2 ]


¡Ah, el exacto mundo de las funciones, el rigor del lenguaje matemático, la simplicidad de la música de las estrella.. y!

Y me llamo al orden para retomar la lectura. Ya he dicho que tiene razón, así que no lo repetiré. Acabo, por hoy, con la frase que él utiliza para terminar su párrafo. Es una frase tan bella y gráfica, que no me resisto a compartirla con vosotros: «La libertad del pájaro que surca el aire, es mortal para el pez que anhela su salado mar».

lunes, agosto 22, 2005

tu Ausencia de mí



contemplé su silencio y me adentré en mí misma.

María Victoria Atencia




Tengo sobre la piel un maquillaje de bites,
debajo de la piel un hambre de amor que me consume,
y como tú, madre, la paciencia infinita de las glaciaciones.

Contemplé tu silencio (bajito) y me adentré en mí misma,
mas tu sombra se extendió largamente hasta cercar la mía,
y tu Ausencia de mí, entre mis alas vuela.


indah

sábado, agosto 20, 2005

No hay sepia que por bien no venga II

(Nos habíamos quedado ayer en aquel momento en el que yo...)

- ¡Agua!–exclamé, comprobando que al menos mis labios se había despegado-. ¡Necesito agua! ¿Dónde estamos?

---La voz de Daniel me sonó ya más familiar, incluso más cercana:

- La cocina está más cerca, pero tú no eres un plato, ¿no? Muy digna, y dueña ya de la situación, dije algo que prefiero no reproducir.

---Por regla general, cierro los ojos para no ver los desastres, pero no tuve que hacerlo, ése era precisamente mi problema: no podía abrirlos. Varios minutos bajo el chorro de agua templada me devolvieron la percepción, la vista y la seguridad de que la cocina estaba hecha un autentico desastre.
---Lo que no puedo asegurar es si comprobar lo tarde que era fue lo que me hizo palidecer, o si mi palidez era resultado de la mascarilla de arcilla. Y recé. Recé para que su color verdoso no se hubiera quedado adherido a mi piel; y recé para que el hombre con el que soñaba desde hacía meses se retrasara. (Fue una tontería, lo reconozco, podía haberlo llamado para advertirle de que me retrasaría un poco, unas... dos o tres horas). Pero no lo haría. De ninguna manera iba a consentir que de nuestra primera cita sacara la conclusión de que no sabía organizarme. ¡Yo sé organizarme perfectamente! Desde luego que sí.

---Por eso, si exceptuamos un hijo adolescente, la manía de empezar por el final o de terminar por el principio que tengo y, quizá, la de llegar antes de la hora prevista que tiene él, puedo asegurar que no hay nada peor que un conserje amable y servicial. Sí, claro que le diré por qué: trataba de poner orden en la cocina cuando sonó el telefonillo. Bien, gracias, respondí tras descolgar y colgar como puede el dichoso aparato. Y volvió a sonar. Me desconcertó escuchar por segunda vez que: «era más que probable que el caballero que había preguntado por mí estuviese a punto de llamar a la puerta». No solo le había abierto él mismo la del portal, sino que se había preocupado de saber a dónde iba y, aunque comprendo que es una de sus obligaciones, más le hubiera valido retenerlo en la calle un buen rato como hubiera hecho yo. Y si dejo constancia del desconcierto que sentí, no es por justificarme sino porque, sin saber qué hacer, fui guardando todo lo que encontraba en mi camino en el frigorífico. El móvil (¿por qué razón llamaremos móvil a un cacharro que hay que llevar a todas partes?) volvió a sonar. Lejano y frío, muy frío. Furiosa, me acerqué de nuevo al frigorífico. Un ring, un corto silencio y, al unísono, el timbre de la puerta.
- Dani, Dani -cuchicheé a la sombra que, muerta de risa, se apresuraba a salir de la cocina-, abre tú por favor, yo no puedo. Por favor, por favor, mira la pinta que tengo.
-¡Ni lo sueñes!
---Más furiosa aún, alargue la mano, cogí el móvil, cerré la puerta del frigorífico de una patada, y tomé una decisión heroica.¡Abre, me dije, y que sea lo que Dios quiera! Y lo hice.
-¡Hola! –silencio-. ¡¿Hola?! –repitió, sorprendido supongo al no encontrar a nadie frente a él- Oye, perdona -¡y elevaba el tono de voz como si yo estuviera en el ultimo rincón de la casa!-, ya sé que me he adelantado unos minutos pero... -de improviso se quedó callado: le impresionó verme salir de detrás de la puerta, yo creo que no se lo esperaba... Pero se rehizo-. Esto... que te he llamado varias veces al móvil pero no has contestado, y... ¿Marta? -preguntó-
¡Vaya pregunta idiota!
- Es que- balbuceé-, verás, es que... se perdió -afirmé triunfal como si aquello me salvara de cualquier otra explicación-, y resulta que, bueno, lo he encontrado, pero es que, a ver: antes de que se perdiera estaba partiendo cebolla, he leído que es buena para el cabello, y rallando patatas porque son buenas para los ojos y, bueno, pues que no sé que ha pasado: no funciona -mis nervios me traicionaban-; compruébalo, sólo hace ring una vez -insistí sin comprender porque no lo cogía-. Y tras dejarlo en sus manos, ordené: ¡siéntate!, si puedes, rectifiqué tratando de que mi tono sonara, esta vez, con dulzura. Luego, mentí: aún necesito «unos minutos» para terminar de arreglarme. Y antes de darle la espalda, a punto de echarme a llorar (por culpa de la cebolla), musité: «¿sabes lo que te digo?, quizá no te lo parezca, pero yo sé organizarme muy bien».
- ¡Caramba! -Sí, ésa fue su respuesta, creo que trataba de ignorar mis disculpas-. Es el primer móvil de esta especie que he visto que no funciona bien. Son muy fiables, te lo aseguro, incluso en aguas profundas; vamos que es primer calamar que...
- Sepia -le interrumpió Daniel.
- ¿Sepia? -Miró con atención aquel ser viscoso, y medio congelado todavía, que yo misma había puesto en su mano. Arqueó las cejas, y tras unos instantes de silencio, prosiguió-, ah, bien, sepia, digo, ¡móvil!, que me encuentro que –y, al parecer, ya, por mucho que lo intentó no pudo evitar reírse a carcajadas. No era para menos: un adolescente y una mujer que prácticamente había desaparecido debajo de una toalla rosa, escuchaban atentamente sus explicaciones-. No hay prisa, tómate el tiempo que necesites. Mientras, nosotros nos encargamos de arreglar este desastre, digo, este móvil.
---De nuevo se oyó su risa (y esa vez estoy segura de que no era por mi aspecto). Carraspeó, y antes de dejar la «sepia», lavada y sobre un plato, en el frigorífico, sacó, sabe Dios de que parte de él, mi móvil -el de verdad- y también un par de medias sin estrenar.

---Y ése fue el primer día de muchos días, igual de catastróficos algunos, deliciosos (con y sin sepia) los más, y en ocasiones –incluso- con mi vestido del revés: con lo de alante detrás.


FIN


indah

Cosas que imprimen carácter

Tus anteojos son parte de tu carácter
Patricia Sasson


COSAS QUE IMPRIMEN CARÁCTER
  1. La experiencia.- Las arrugas del tiempo vivido: La infancia y sus traumas, la adolescencia y sus rebeldías, la madurez y la quiebra de las ilusiones, la vejez y el regreso al punto de partida; los viajes y el mundo visto con otros ojos.
  2. La educación.- La semilla que nos plantan en el corazón, nuestra hoja de ruta, la referencia y los principiios de nuestra conducta
  3. El conocimiento.- La apropiación de la experiencia ajena, la capacidad de adquirir experiencia sin haberla vivido.
  4. Nuestros propios actos.- Las huellas de la conciencia, el eco del universo, nuestro reflejo en el mundo
  5. Los sentimientos.- Las lentes a través de las cuales interpretamos la realidad.
  6. La armonía con el mundo que nos rodea.- Un don reservado a muy pocos.

La esencia de todo lo anterior conforma nuestro "Credo", el reino de nuestras creencias, la joya que se esconde en lo más profundo de nuestro inconsciente. Díficil de cambiar, nos da una cierta estabilidad y coherencia a lo largo de los años y conforma el nucleo de nuestro carácter.

Esta es mi opinión, abierta a enriquecerse o confrontarse con la vuestras.

Joshua Naraim

viernes, agosto 19, 2005

No hay sepia que por bien no venga...

¿Han intentando separar un calamar congelado de un montón de calamares congelados? ¿Y cortar una cebolla a cachitos e introducirla en su bote de champú? ¿No? ¿No?; pues yo sí, y cuando terminé... Creo que mejor será que se lo cuente desde el principio, aunque, como no sé cuánto voy a extenderme, quizá tenga que verme obligada a contárselo en dos entregas :))

No hay sepia que por bien no venga I




No hay nada, si exceptuamos un hijo adolescente, con todas las virtudes y defectos de esa sublime época, peor que un conserje servicial y amable, pensé. Allí estaba yo, en frente del hombre más inteligente y encantador que hubiera podido soñar y de un crío que se esforzaba en comportarse como un hombrecito, deseando olvidarme de mí. De mí, de mi aspecto, de que me había comportado como si aquella fuera la primera cita de mi vida; y de que mi falta de previsión había logrado que lo encontrara todo manga por hombro.
Horas antes, tras echar abajo el contenido de mi armario
y descartar, descartar y descartar, me enfrenté a la única percha que quedaba en su sitio.
- ¡Daniel! –grité; y sin esperar respuesta porque Daniel jamás respondía a la primera, volví a gritar-. ¡Daniel!
- Jo, mamá, ¿otra vez?
- Sí, lo siento, perdona. Dime que opinas de éste: ¿demasiado escotado?
- Psech -respondió sin apenas mirarme-. Prueba a ponerte lo de atrás
para delante.
Lo dijo, lo sabía, para que le dejase en paz, pero no era mala idea, así que, en el escaso espacio al que había quedado reducido el suelo de mi cuarto (el resto era prolongación del armario), di un par de vueltas ante el espejo. No, no estaba nada mal. Ya sólo me queda conseguir que las dos arruguitas de «carácter» y las dos «patas de pollo» -porque no podía llamarlas patas de gallo- desaparecieran (o se disimularan lo más posible). Éste es uno de los problemas de llevar siempre la cara lavada: jamás encuentras nada que pueda ayudarte.
- Daniiiiii. -Volví a gritar.
- Jo mamá, ¿otra vez?
- Anda, mira a ver si encuentras en Internet algún truquillo rápido para disimular arruguitas y cosas así. ¿Me harás ese favor?
Poco después tenía sobre la mesa de la cocina, un folio con un milagroso «remedio casero».
- ¿Sepia? ¡Daniel, ¿qué es una sepia?!
- ¡Y yo qué sé!
- Pues averígualo.
Segundos más tarde leía la respuesta en otro folio. ¡Y ya iban dos!
- Jolines, ¿y los llaman remedios caseros? ¿Todo el mundo tiene una sepia en su casa? ¡Daniel!, consulta si una sepia es lo mismo que un calamar. Pero no me lo escribas, ¡sólo dímelo!
- Siiiiiii; bueno, parecida.

¿Han intentando separar un calamar congelado de un montón de calamares congelados? ¿Y cortar una cebolla a cachitos e introducirla en su bote de champú? ¿No?, pues yo sí, y cuando terminé, agradecí la insistencia en que era conveniente permanecer al menos media hora en reposo absoluto, y a ser posible tumbada. Creo que perdí la noción del tiempo; de pronto, un débil sonido me hizo dar un respingo e incorporarme tan acelerada como si una escuadrilla de aviones enemigos estuviesen bombardeando la casa. Y fue el principio del fin. Tras unos segundos de desconcierto intente decir: ¡el móvil!, pero no pude. Mierda, pensé, al tiempo que, haciendo equilibrios para no caer de cabeza, me abalanzaba sobre la zona del suelo en la que había quedado enterrado. Poco después, y aferrada a él, comprendí que no podría, por mucho que quisiera, incorporarme sin ayuda.

-¡¡Danf!! ¡¡Daniffff, Daniellff!!

Nunca, ¡nunca!, aconsejaré a nadie que tome azúcar como posible remedio para unas agujetas que no se tienen; es más, advertiré a quien quiera oírme que, mezclada con ciertos ingrediente, algunos tan poco comunes en remedios caseros como la sepia, produce alucinaciones. O eso me pareció cuando, tras ser rescatada del montón de camisetas, pantalones y faldas, comprobé que todo lo que me rodeaba aparecía deformado y turbio, y que algo, un elemento extraño, se deslizaba despacio desde mi ojo derecho hacia mis labios, y que éstos, medio sellados por una mezcla de yogurt, miel y yema de huevo, se negaban a sonreír a pesar de lo ridícula que era la situación.

Mientras respondía con la cabeza a su: «¿mamá?,¡mamá! ¿eres tú?», y sin inmutarme por el tonillo en que lo había hecho, sorteé el paragüero, el revistero, la cómoda y el sofá, y cuando el chisme lleno de discos compactos se balanceó peligrosamente a mi paso, supe que había logrado cruzar el salón sin que aquella porquería: dos pegotones de ralladura de patata casi tan duros como el cemento, se hubieran despegado de mi cara. Jurando en arameo, y asegurando en cristiano que mi próxima casa, si alguna vez la tenía, sería de ambiente minimalista, me di cuenta de que no sabía dónde estaba. Y me quedé quieta. Detrás de mí, Daniel, supongo que temiendo que me pusiera a maldecir en suahili, trataba de aguantarse la risa.
-¡Agua! –exclamé, comprobando que al menos mis labios se había despegado-.
¡Necesito agua! ¿Dónde estamos?




(eso, ¿dónde? Hmmm. espero que mañana lo sabremos :)

indah

jueves, agosto 18, 2005

[Función infinitesimal de amor]




Definición de función


[La función «f» es continua en «a» si lím de efe de equis
(cuando equis tiende hacia «a») es igual a efe de «a»
------------------------------------------------(Spivak, 132)]

(Corolario)
------tú eres mi límite, yo soy tu límite.

Pero primero, amor, será necesario
que definamos esa continuidad local
(continuidad en el punto «a»)
para, a partir de ella, definir la continuidad
de la función en todo el intervalo.

(Corolario)
------tú eres mi límite, yo soy tu límite.

Creeme, una función de amor infinitesimal,
es una colección de pares con la siguiente propiedad:
si (a, b) y (a, c) pertenecen ambos a la colección,
entonces «b» es igual a «c»;
en otras palabras, la colección no debe contener dos pares
distintos con el mismo primer elemento.
------------------------------------------[casi... (Spivak 58)]

[Una función de amor infinitesimal no es más,
pero tampoco menos, que una regla
que asigna a cada uno de ciertos amores reales, un amor real...


©indah, 2003]

miércoles, agosto 17, 2005

y eso que... los Ensayos... bueno, usted me entiende...


El BANCO IIII
(Ensayo :)


(Continuación)


O puede ocurrir que...

...la otra persona sea más decidida que tú y te la dé, bueno, te dé alguna de esas conversaciones-monólogos que demuestran la soledad enorme de la que nos rodeamos los seres humanos. O que te hable de su vida y tú acabes hablándole de la tuya. Y hablando, hablando, hablando, al final, y para hacer bueno ese dicho popular que postula: «¡qué pequeño es el mundo!» que parece una bobada pero no lo es, resulta que además de tener amigos comunes, Pepa, tu vecina «puerta con puerta», es prima de su ex-nuera.

A mí, a veces me apetece un ratito de conversación, pero cuando pienso en las consecuencias, cuando las pienso.., de verdad se lo digo: por mucho que me apetezca o muy cansada que esté, salgo de estampida. Y es que mi vida es mía y a nadie le importa lo que yo opine de mi vecina Pepa que es muy de sí misma, y muy callada, y muy limpia (para ella claro, porque para los demás..., ¡ja!, no hay más que ver las porquerías que Pepa tira por la ventana). Y tampoco está bien decir esas cosas de la gente, que una ve pero no puede demostrar; después se molesta y a saber qué puede ocurrir, y yo, de momento, no puedo pensar en la posibilidad de cambiar de vecina, salvo que ella decida cambiarse de piso: ¡hay que ver a qué precio se han puesto!

(Pues pensé que me estaba alargando más de lo deseable, a pesar de que... los Ensayos.., bueno, usted me entiende, pero no, no: me acabo de dar cuenta de que se lo he explicado en poquitas palabras; incluso podría decir que poquísimas si tenemos en cuenta que para mí este proceso es largo, mucho más largo, muchísimo más ¡desde luego que sí!, que una no hace las cosas a la ligera ni sale de estampida de ningún bien público -ni de ningún otro sitio- dejando a nadie con la palabra en la boca porque sí. ¡Una es educada, por supuesto!)

Y he aquí el «quid» de la cuestión: ¿por qué cuando yo me levanto de un bien público lo hago no solo más cansada que cuando me senté, si es que estaba cansada, y si no lo estaba, ya lo estoy, sino con una tremenda sospecha, casi seguridad? Sí, así es. Me levanto del banco con la sensación de que por muy bien público que sea, no es gratis: cuesta; y no algo, mucho. Y siento en lo más profundo de mí que tal coste no tiene precio: es irreparable, pues, mientras me alejo, constato que algo me falta o algo me dejo o algo me ha quitado. Tengo, aunque le parezca increíble, la sensación de que el banco se ha quedado con parte de mi aura, parte de mis pensamientos y de mis sentimientos. Parte de mí. Parte de mi carácter.

De ahí la pregunta que -como le dije- hace días me están acuciando: ¿hay cosas que imprimen carácter y otras que lo exprimen?

¿Usted qué cree?



indah

martes, agosto 16, 2005

Declaración de principios


El BANCO III
(Ensayo :)


(Continuación)

Como decía ayer, sólo me voy a detener un poco en una de las muchas cosillas que pueden suceder, pero antes me gustaría hacer una declaración de principios pues, en un Ensayo (aunque el principio de éste... a saber dónde puede usted hallarlo) me parece a mí que no debería faltar:

-------Declaración de principios:

-----------Usted puede pensar lo que guste. Sólo faltaba.

-------Fin de la declaración.

Y tras dejarlo claro, vamos al siguiente (y único) punto:

·1- Como dije en la declaración de principios, el dueño del trasero puede pensar lo que guste. No seré yo quien le diga a nadie ¡pues hasta ahí podíamos llegar!, qué ha de pensar cuando lo sienta en un bien público, entre otros motivos porque a mí no me gusta que nadie me diga qué debo pensar cuando siento mi trasero en ningún sitio. Y como tampoco me gusta que invadan mi espacio vital, ni ninguno de mis otros espacios, si por motivos ajenos a mi voluntad ocurriese, me sumerjo en consideraciones de todo tipo, algunas bastante psicodélicas y surrealistas, que no vienen al caso. ¿Y por qué no habrían de venir al caso? Pesch... pues podrían venir -o irse-, pero dado que no estoy muy segura de saber explicarlas, me quedaré con la que menos lo es (o eso creo), y lo intento. Veamos:

De momento, yo -y me juego el cuello a que usted en mi situación haría lo mismo-, miro al frente con carita de despistada o de disimulo mismamente. Mi sentido más crítico, el del olfato, puede sentirse, valga la redundancia, molesto o encantado, eso depende, pero como empiece a funcionar, lo hace en una dirección u otra. A continuación, y sin que la cabeza se mueva un ápice, someto a mis ojos a un ejercicio difícil, muy difícil, pues los obligo –con discreción, claro está-, a que miren a izquierda o derecha dependiendo de dónde esté situado el otro (conste que esto fue así hasta que un día decidí ahorrarles trabajo; desde entonces sólo me siento en los extremos de los bancos). En ocasiones –sobre todo si se me ocurre pensar en el ridículo tan espantoso que estoy haciendo- he sentido deseos de ver mi cara y qué expresión se me pone, pero de momento no he podido, y por diversos motivos. Uno de ellos, porque –¡y mira que me fastidia!-, nunca llevo un espejo en el bolso, cuestión ésta que trae a mi memoria aquello que le dijera un rey español a..., pues no recuerdo a quién, cuando le pedía explicaciones de por qué no habían doblado las campanas al entrar Su Majestad en el pueblo. El interrogado meditó, y respondió: «por siete razones»; díjole entonces el rey: «¿y cuáles son esas siete razones que han mantenido mudas a las campanas?», y el interrogado contestó: «la primera, majestad, que no hay campanas», a lo que el rey respondió: «entonces, las demás seis me sobran». A mí... pues como al rey, después de mi primera razón, las tropecientas que pudiese encontrar también me sobran, y doy por sentado -no su trasero- sino que a usted también.

(El punto y a parte es porque llevo un rato tratando de poner uno, pero no encontraba el lugar adecuado, y me estaba ahogando; además, porque tengo la sensación de que le estoy aburriendo (oigo un Zzzzzzz.... Seeeee, en la lejanía, y no sé yo; en fin, que hago recuento y me parece que me falta algún lector. Si es que... ¡impacientes!)

Es igual, es igual; vale: retorne, regrese, sitúese, concéntrese (esto es un Ensayo, y los Ensayos son difíciles de comprender, no lo olvide, de ahí su nombre, si fueran fáciles se llamarían novela o cuento o relato, o quizá... poema, pero nunca, nunca jamás, se llamaría Ensayo) y tampoco olvide –o no entendería nada, y no quiero perder otro lector- que yo estaba intentando que mis ojos mirasen a derecha o izquierda pero sin mover ni un ápice la situación de mi rostro: al frente, siempre al frente. Ocurre entonces que, como la otra persona acostumbra a hacer lo mismo, sobre su aura y la mía se encuentran cuatro ojos que se miran de forma oblicua, y, como la situación sorprende un poco, para qué nos vamos a engañar, intentas salir airoso de ella y para ello: te planchas el aura con la mano, te toca la frente, carraspeas, giras los ojos en redondo y, finalmente, comprendes que de seguir así acabarás pareciéndote a Regan (la niña de «El exorcista»), y que nada de lo hecho con anterioridad arregla la situación, sino que la empeora, y procedes a decir el consabido: «buen día hace hoy»; o: «pues parece que hace menos calor que ayer», y cositas así que son bastante tontas para decirle a alguien a quien no conoces; y aunque lo conocieses porque el otro ya lo sabe y, por regla general, le importa un pito lo que tú opines del tiempo.

Pero... vamos a suponer que quien se ha sentado a tu lado no lo ha hecho sobre tu aura, ni es una persona mal educada que te responde: «se guarde usted su opinión donde le quepa que a mi tanto me da que me da lo mismo lo que usted opine sobre el tiempo o sobre cualquier otra cuestión». Esto, esto - y lo recalco porque es importante-, es algo que no suele ocurrir, y está bien dejar constancia de ello pues demuestra que en el fondo somos más educados de lo que parece. Al contrario, lo que suele suceder es que el otro asienta y/o diga cuatro palabras sobre el mismo tiempo, o sobre el tiempo del año anterior -que nadie recuerda, pero queda estupendamente-, o sobre las dos cosas. Algo así:

- Cierto, cierto, hace menos calor, no como el año pasado que por esta misma fecha hacia más.

Tú, naturalmente, no vas a ser menos y dices:

- Tiene usted toda la razón.

Llegan, después, momentos de suspense en los que no sabes si continuar hablando del tiempo, callarte, pues ya ha sido lo suficientemente educado y puede dedicarte a otra cosa, o buscar un nuevo tema de conversación. O puede ocurrir que...


que.... eso... mañana, ¡si Dios quiere!, lo sabremos :)).


indah

lunes, agosto 15, 2005

Hablando del «susodicho»


El BANCO II
(Ensayo :)


(Continuación)


Me había quedado en que alguien tomó asiento a mi lado. Lo sé, lo sé, que alguien tome asiento a mi lado, no tiene nada de extraño, los bancos públicos son multipersonales porque dependiendo de su tamaño caben dos o más personas (cierto, algunas... de personas tienen poco), y cierto que los bancos domésticos -o propios- son para más de una persona, de lo contrario serían banquetas. Pues... ¡qué quiere que le diga: no me gusta! ¡Que alguien se siente a mi lado no me gusta nada!, siento como si invadiera mi espacio vital, como si se sentara encima del que hay reservado para mi aura. De acuerdo, podría recogerla y sentarla en mis rodillas, lo malo es que, eso, lo pienso cuando ella ya está protestando por tener encima, como mínimo, la mitad de unas posaderas ajenas.

Ahora que saben por qué no me gusta, pero ya ha ocurrido, veamos cómo solucionarlo. Si quieres resolver la situación de forma educada y correcta, es decir, sin pegarle un empellón o, ya puesto, hacer como, no sé... bueno, sí sé, por ejemplo: miras a la persona fijamente y dices: ahuuu, ahuuuu, uhhhh, uhhh, uhh, y como ella no se lo espera, pues se asusta, y tú, aprovechas el sublime momento de su respingo para rescatar tu aura. Yo no recomiendo hacerlo porque nunca se sabe qué puede ocurrir, y a lo peor te encuentras no solo con la mitad de sus posaderas encima de tu aura, sino con todo su cuerpecito gentil encima del tuyo mientras esperas que lleguen los del 091. Por tanto, lo normal es que digas, bueno es un suponer: por favor, ¿sería usted tan amable de levantarse un momentito? Es que, verá, yo sé que no ha sido a propósito, pero se ha sentado usted encima del borde de mi aura. Es posible que ante tu amable pregunta y explicación, no haya respuesta, sólo la expresión de medio sorpresa de quien se pregunta: ¿estaré quedándome sordo?, ¡he entendido aura en lugar de falda!, y ese «ni sí ni no» que adoptamos cuando alguien tiene que sacarnos alguna cosa de debajo (de las posaderas, quiero decir); vamos, ¡no me diga que no sabe a qué me refiero!, estoy segura de que sí lo sabe, lo que ocurre es que, seguramente, no se ha parado a pensarlo porque nunca se ha sentado en un bien público, o en un bien publico encima del aura de otro. No importa, yo se lo recuerdo: hay que adoptar una postura que es el vivo reflejo del «ni sí ni no» porque ni estás de pie ni no estás sentado.

A mí, semejante postura me hace admirar a la maquinita que tenemos para controlar nuestros músculos, ¡qué rápida y eficiente es! Estar en pie, andando, acostado o sentado es algo que hacemos con tanta frecuencia que con unas cuantas repeticiones, controla muy bien, pero la postura de «ni sí ni no» es poco habitual. Nadie va por la calle, o está en su casa, con las piernas flexionadas, las rodillas al frente un palmo -más o menos- por delante de los pies, el traserillo a un palmo -más o menos- del asiento, y cuatro palmos por detrás de los talones (bueno, eso depende del traserillo, todo hay que decirlo), y la espalda formando un ángulo de cuarenta y cinco grados con los muslos, al tiempo que hace equilibrios para no acabar con el 'susodicho', no ya sobre el banco -que sería lo de menos-, sino sobre el suelo: eso, además de doler, supone hacer el ridículo, es decir, que salvo por un «por favor» o porque nos hemos sentado encima del mando a distancia de la tele -o de nuestro mejor abrigo-, no solemos adoptar esa postura.

¡Y ya me he ido por los cerros de Úbeda! En fin, volviendo desde los cerros a lo que me preocupaba, y dando por sentado el traserillo propio, el ajeno, y sus respectivas auras, pueden suceder varias cosas. Pero yo, como no quiero cansarle, sólo me voy a detener un poco en una de ellas:


y eso... será mañana ¡si Dios quiere! :)).


indah

sábado, agosto 13, 2005

Esto viene a que... una tarde de mayo



El BANCO I
(Ensayo :)



Se dice que hay cosas que imprimen carácter, y no seré yo quien niegue que es así porque estoy completamente segura de que es cierto. Quizá por ello, desde hace unos días hay una pregunta que me acucia. Yo comprendo que así, de sopetón (por cierto, qué palabra más divertida), tal y como yo me la he formulado, uno no es capaz de dar con la respuesta, o al menos a mí me ha ocurrido. Mejor trato de explicárselo, y al final le hago la pregunta que yo me he hecho y si puede, y quiere, me la contesta.


Esto viene a que una tarde de mayo, descuide, no diré: «florido y hermoso» porque estoy segura de que lo sabe, estaba yo sentada en un banco. Y dirá usted: «¿qué tiene eso de extraño?», pues nada, la verdad, no tiene nada extraño porque los bancos están para eso, para sentarse: los que están cansados, y los que no. No es imprescindible estar cansado para hacer uso de un bien público -aunque, entre nosostros, tengo la sensación de que alguno... más parecen un mal publico-. No iba a ser un banco, digo yo, distinto a cualquier otro bien público, además, si vamos poniendo etiquetas a los bienes públicos, muy pocos los usarían, y están para eso, para usarlos, porque son lo que su adjetivo calificativo indica.

¿O público no es un adjetivo calificativo? A ver, ¿cómo se sabía si lo era o no? (uíssssss, casi escribo un continuará... :) Ajá, hay cosas que ¡nunca! se olvidan, te preguntabas: «¿cómo es el bien?», y si, por ejemplo, te contestabas: «es público», público es el adjetivo que califica el bien. No es lo mismo preguntar «cómo es el bien» y que no haya respuesta porque entonces no hay adjetivo calificativo. Puedes en ese caso (y también en otros) preguntarte: «¿de quién es el bien?», y contestar (p.e.): «el bien es de Manolo». En este caso «Manolo» no es adjetivo calificativo; «Manolo» no solo es nombre propio y posiblemente sujeto, sino el propietario del bien, y por lo tanto el bien deja de ser público porque sería de Manolo. Desde luego que si la respuesta fuese: el bien es de Lía, también «Lía» sería nombre propio (el bien dejaría de ser público porque sería suyo), y es posible que también fuese sujeto. A mí... no sé yo, ver a Lía como sujeto, tan femenina como es ella, me sorprende, pero bueno, lo será. Todo lo anterior ha servido para que me quede muy clarito que si me respondo: el bien es público, «público» es un adjetivo que lo califica como de uso de todo aquel que quiera hacerlo.

(Pues sí, pues sí, pues sí: una trata de ser rigurosa. Vale, lo acepto, lo hubiera resuelto antes y probablemente mejor mirándolo en una enciclopedia. Y lo he hecho:

Publico:
1.Adj. Notorio, patente, manifiesto.- 2. Vulgar, común notado por todos: ladrón ....- 3. Dic. De la potestad, jurisdicción, autoridad para hacer una cosa, como contrapuesto a privado.- 4. Perteneciente a todo un pueblo : Vía ...- 5. Común del pueblo o ciudad.- 6. Etc., etc., etc.)

Bueno, a lo que iba, estaba yo sentada en ese bien público que recibe el nombre de banco -y no se me confunda que al que yo me refiero no tiene siglas, ni consejo de administración, ni pececillos, ni arena-, cuando alguien tomó asiento a mi lado.

Y ahora sí...

CONTINUARÁ (mañana si Dios quiere :))

indah

viernes, agosto 12, 2005

Habitación veinticinco



-------Se acerca a la cama. Sale, y vuelve a entrar,
su bata resplandece, blanca como alas de ángel,
pero hoy no tienen color de agua oxigenada y algodón,
sus ojos: una sombra, una marca de yodo, los cercena.

------- Viene de la habitación veinticinco
(ha cerrado la puerta para impedir que huya
un gemido cianótico)

------- y no sabe, no sabe qué terror me produce ver
cómo la luz se derrumba en sus hombros, se aleja, se aproxima
-abrumado mar-, y tiñe sus cabellos, y le unge.

-------Y no sabe
que le persigue la paciente de la habitación veinticinco.
(Enfermera, enfermera, llama.
Quiere que retire la sábana, y le coloque otra vez su seno
y le vista para estar presentable).

-------Inmóviles, envueltas en un sigilo de esparadrapo
y gasas, de llaves oxidadas, de yedras y cipreses,
hay, entre nosotras,
un evónimo áureo, y una brisa irredenta que barre
mar adentro: su voz, sus palabras, su rostro. Y no hay respuesta.

-------Y no hay nada que hacer,
sólo sentarse en este bar del muelle,
arrastrar los ojos por la mar de un Octubre agónico;
pedir un café o quizá un Ginger Ale, y echarle un pulso al tiempo
-feroz escualo ciego- en tanto alguien, quien sea, vacía los armarios.


indah

jueves, agosto 11, 2005

Cuando olvido




este cansancio de mí

-----------reconstruyo, estuco azul y oro,

mi memoria de entender, de entenderte,

y me arropo los ojos con tus ojos;

y dejo de vagar como sin rumbo

(es vasta la lejanía del azar, y se bifurca)

corrigiendo a la Noche tu recuerdo,

y me canto, bajito, para ahuyentar el miedo:

arribo, Norte, Sur, Este y Oeste de tu alma,

a la liturgia de tu horizontal forma de ser.


(Todos tus puertos llevan mi nombre).



indah

martes, agosto 09, 2005

A HUG, OF HEART


(Dedicado)




Temporal su mirada.
Los ojos se abren en los lienzos
las aceras se visten de viernes noche
y busca un alfabeto:
-------magia
------------engaño
-----------------ilusión
-----------------------plano
----------------------------sombras
entre granos de arena:
-----blanco es el luto en India.
¡Ah!, ikebana herida por mariposas negras:
-----sur, repite:
------------sur, paloma,
------------------------astrolabio,
así se siente, ---- pero se desconoce:
el sur tiene manos
que desmenuzan seda ---(y dicen que trenzan esparto).

Hilachos en los ojos; escribe con tinta
------------------verde
------------------(viento herido de savia)
con tinta arena
de gárgolas heridas por el tiempo.

De catedral herida:
con tinta óxido rojo atemperado en oro, escribe.

El sur es hornacina,
-----------de «héroes
--------------------------y tumbas»
(como decía Sábato);
hasta que suena un Do
y los ojos se llenan de sinfonías, y ríos transparentes,
porque «también,
-------------------a veces,
---------------------------los demonios lloran».



indah

lunes, agosto 08, 2005

“Sube o baja según se va o se viene.”



Que te recordase, fue, estoy segura, influencia del libro que he terminado de leer. A veces, no siempre, hago un, no sé cómo llamarlo, es algo semejante a un resumen. No, no es correcto, se parece más a un recorrido hacia dentro con el que trato de descubrir qué huellas o rastros ha dejado en mí -en mi espíritu-, su lectura, la historia. No sólo la historia, también cómo y con qué palabras me la ha transmitido el autor. Una costumbre que tengo desde que escuché en clase de literatura -no es textual- que la creación literaria o la creación de una obra literaria amplía no solo el horizonte del posible lector, sino los del mundo. El mundo se hace más y más grande cuando alguien escribe una novela, un relato, un cuento. En realidad cualquier cosa que se escriba ha de afectarlo, pues todo lo que nos sucede, sucede sobre su antiquísima “piel” de mundo.

Por ello, y retorno a la primera frase, mientras 'acariciaba' durante unos minutos el lomo del libro, costumbre que no puedo evitar cuando termino uno, lo recordé. Nuevamente mi pensamiento volvió a 'ver' aquel árbol gigantesco de corteza tan gris que parecía más propia del invierno que de principio de otoño; la ausencia de hojas y su aspecto desolador, fue, fueron, causa de que se convirtiera en uno de los más asiduos y terroríficos personajes de mis pesadillas infantiles. Sobrepasada ya la mitad del tronco, repentinamente, de él surgían varias ramas que más que ramas parecían troncos de otros árboles que le nacieran por dentro. (¿Nacían dentro de ti o te los habías ido tragando uno tras otro?)

El primero. El uno y el todo. El personaje principal, pero también colectivo. Cada una de sus ramas hubiera podido ser cualquiera de las voces que pronuncian los murmullos que escucha Juan Preciado. Aquel árbol podría ser azotado por el aire, y, todo lo más, le arrancaría una pequeña parte de las frases que Juan Rufo escribió para ser gritadas o susurradas por sus personajes: ésos que tanto me han inquietado porque, o bien no quieren, o bien Juan Rufo no les permite terminar de decir aquello que quisieran, o aquello que tuvieran que decir.

El principal, el uno: Pedro Páramo, dueño y señor de vidas, haciendas y honor. Pedro Páramo que después de nutrirse de Comala, lo deja morir. Poco a poco. Por venganza y con ayuda de la revolución que "Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para el que viene, baja." Una revolución -tan lejana como cercana- que no es atrezo sino, eso me ha parecido, trasfondo de la narración. Él, el árbol. Ellas -ramas que parecen árboles que surgieran del interior del otro, o de Comala, o de las profundidades del infierno-, los fantasmas que pueblan las calles de cuyas paredes afloran voces y risas y llantos.

Quizá era cierto lo que Dolores Preciado creía. La muerte tiene múltiples voces, finas como hilos y hechas de hebras humanas:

"De voces, sí. Y aquí, donde el aire era escaso, se oían mejor. Se quedaban dentro de uno, pesadas. Me acordé de lo que me había dicho mi madre: "Allá me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz." Mi madre... la viva."
(...)
"-Si, Dorotea. Me mataron los murmullos. Aunque ya traía retrasado el miedo. Se me había venido juntando, hasta que ya no pude soportarlo. Y aunque me encontré con los murmullos se me reventaron las cuerdas."

domingo, agosto 07, 2005

Sábado de isobaras.

©Alicia De Miguel



Sin un temblor me aíslo tras el anverso de mis manos:
las palmas empujan el aire (aunque no lo creas, ofrece resistencia)
Mi única salvación es huir.
Huir, antes de que estalle la borrasca que presiento.
Mantén la mirada firme -me digo- en una sola dirección.

Pero he amanecido como si me doliera el día,
y el sábado -o el mundo- entre mis dedos,
no es más que una enorme jaula:
estoy fuera, y no sé cómo volver a entrar.

indah



sábado, agosto 06, 2005

Ayer no encontré palabras



©Gentileza de casadiez



Anoche, quizá porque hacía demasiado calor para dormir, y aunque no me gusta excederme leyendo en la pantalla salvo que no me quede más remedio, estuve curioseando “libretillas”. Creo que en muchos momentos sentí eso de lo que hoy Joshua, interpretando a Ortega y Gasset, nos habla: ternura.

Cuántos chicos y chicas viviendo lejos, muy lejos de sus lugares de origen. Estudiando o trabajando en países, ciudades o sitios tan exóticos para mí como lo son Tokio, Shangai, Malasia, Australia, Hong Kong, Congo; y otros más cercanos -casi «de andar por casa»-como EEUU, Londres, Bruselas, París, Colonia. Helsinki, Oslo.

Exóticos, sí. O de andar por casa. Sí. Para mí. Pero, ¿y ellos?

Me pregunté cuánta nostalgia de tu tierra puedes sentir. Cuántas mañanas, al despertar, o cuántas noches, antes de lograr dormirse, han deseado gritar: ¡quiero irme!, ¡quiero volver a casa! Entonces sentí el impulso de decir algo. Me hubiera gustado dejar en cada uno de los blog un mensaje. Quizá, simplemente "hola" o, "cachis, cuánto me alegra haberte encontrado", o un "¿cómo estás?" Pero... no encontré las palabras adecuadas.

Ayer no encontré palabras. Por eso, hoy quiero decir que si un día, alguien, por pura casualidad o Dios sabe porqué, de repente entra aquí y se detiene un ratillo, me gustaría que se sintiera como en su propia casa. Me gustaría que supiera que es bienvenido. Decirle que se acomode tranquilamente, y descanse. Y después, si quiere, que disfrute como yo lo hago visitando a los amigos (los encontrará a su derecha :). Estoy segura de que también será muy bien recibido.

viernes, agosto 05, 2005

Incontenible






Háblame cuando el sol ahondándose en tu poniente azul anticipa mi muerte, o permite que sea tu voz la que traduzca el inútil, e incompleto siempre, idioma de mis labios. El silencio -isla mía, y de mí-, reloj deshabitado de horas, es otra muerte.

Después, sigue tu rumbo, alfarero de olas.


indah

jueves, agosto 04, 2005

Des(es)pacio



Cuando mis manos acarician despacio el aire que respiras
y al abarcar tu nombre con ese giro oval, redondo, elíptico,
el umbral impreciso de tus ojos se torna con la luz
del color de la vides en otoño,
en la paz vegetal que me rodea olvido mi ancestral memoria

(sé que la otra, esa otra que soy, existe sólo si la nombro)

y en el asombro: espacio novísimo donde ninguna orilla se divisa,
desenumero las veces que quizá ya he muerto, para que todo mi ser
-bautismo, transparencia, madrugada de piel y de rocío- te ame.



indah

miércoles, agosto 03, 2005

No alcanzo

Epílogo a “absolución” de indah

Recuerdo haberte imaginado
entre el dolor y las horas donde habitas
y la perfección del silencio de tus labios
la presiento conjurada con caricias.

Pretendo ser
-pero no alcanzo-
rebelión aflorando de las venas,
más sólo llego a ser
–y llego solo-
pasión tiznada de epitafio,
sepulcro abono de unas rosas
-si rosas llegan a ser
sólo unos tallos
donde sólo resaltan las espinas-

Absolución






Entre la tierra y el cielo hay un estado de dolor
que perfecciona los recuerdos.

Y porque todo acontece cuando se busca más allá de lo finito
profesé la soledad -todos los rumbos eran ninguno-
y el miedo: ese miedo a sentirse de más
(como acudir cuando nadie te llama),
pero sus ojos de cristal reflejaron -inocente- mi rostro de niña,
y fui absuelta por sus almas
de papie maché y agua


indah

martes, agosto 02, 2005

Son tiritas :)



Bueno, aunque me duele la primera dosis de la vacuna, ya me lo dijo la doctora, que me dolería un poquitillo, y que podría tener alguna reacción pero local, en el sitio donde me la había puesto; que si era mucho, un poco de hielo, y un paracetamol, puag, de momento me aguanto. Me la ha puesto en el mismo brazo, para que así, por lo menos, el derecho esté normal, bueno, todo lo normal que se puede esperar de un brazo derecho. Dentro de un mes me tienen que poner la segunda dosis, y después una tercera dentro de un año..., eso sí, te protege muchos ídem; menos mal.

Y luego me han curado el dedito. Dicen los dos chiquitos estaban en la consulta (uno de ellos, el que me curó, tenía una pinta estupenda, y muy divertido por cierto :)), pues eso: los dos dicen que está muy bien. Muy bien, sí, pero que los puntos no me los quitarán antes de diez días. Y que vuelva el viernes para que me hagan otra cura. No es nada, en realidad puedo hacerlo yo, pero me han dicho que es mejor que vaya. Y nada más, bueno, sí, lo mismo que me dijeron ayer: ¡prohibido mojarse! (hay que decirlo con voz de médico -de los importantes- :), así que como protesté mucho, me han enseñado un truco estupendo. Tengo que ponerme un guante de cirujano. Y así mataré dos pájaros de un tiro; a saber:

1º) me podré duchar tranquilamente.
2º) al quitarme el esparadrapo con el que tengo que sujetarme el guante, me depilaré el brazo, bueno, me arrancaré la piel, porque yo pelillos en los brazos no tengo.

-Una suerte -me ha dicho- porque si llegas a tener el brazo como yo... uf.

Pude responderle otra tontería como la suya, pero no tenía demasiadas ganas, la verdad, así que sólo le miré, y le sonreí. Y él a mí.

El siguiente parte médico será -salvo que la situación lo requiera- mañana :)

lunes, agosto 01, 2005

Eso mismo quiero...

Pues sí, pues sí, pues sí. Eso mismo quiero: ¡qué sintáis lástima de mi dedo índice de la mano izquierda! El pobre. Ha sufrido un accidente. Sí. El típico accidente idiota (menos que la dueña del dedo). Ajá. Fatal. Me duele una barbaridad. Es más, creo que he perdido parte de mí –bastante- y eso me molesta aún más que teclear sólo con la mano derecha. Hemos (dedo y yo) perdido sangre. Bueno no estaba como para medir la cantidad, pero visto que no había forma de que dejara de sangrar (¡¡cuchillo malvado!!) se tomaron medidas drásticas y hemos tenido que ir a Urgencias. Un horror. Un horror horroroso, porque la verdad es que uno no va a Urgencias por gusto. Claro que no. Cómo será la cosa que yo no estaba nada segura de qué porras pintaba allí; avergonzada estaba, y eso que casi ni sentía la yema de mi pobrín dedo, porque, claro, había que presionar para que no sangrara, jo, vaya color morado que tenía ya. Bueno, pues es lo típico del mes de agosto. Dos chicas en la zona de “recibir” y una ni idea tenía de nada, así que la otra atendía su ventanilla al tiempo que le ayudaba a solucionar los problemas de la suya, es decir que nos retrasamos un poco. Y yo, «bueno, es que me da un poco de apuro (cuando preguntó que me pasaba) yo no quisiera molestar a un médico, pero... », y en esto que me tuvieron que poner otra gasa porque la que tenía (al aflojar la presión -por aquello de ponerme tan 'fina'- :) se puso, puff, empapá... así que no tuve que seguir diciéndole que me sentía fatal por acudir a Urgencias porque me había «rebanado» un dedo con un maldito cuchillo, uno de ésos de los que alguien dice: "ojito con ese cuchillo porque corta...una barbaridad", y yo... pues no lo recordé. No se me va a olvidar más, eso seguro. Nos mandaron a la zona de Trauma. ¿A Trauma? pero si sólo tengo un corte (y zas, otra gasa). Bueno, pues a Trauma.
Y yo viendo entrar gente en silla de ruedas: una chica que debía haber tenido un accidente, pobre tenía mal aspecto, debía dolerle bastante el codo y una de las rodillas. Tres chicos él, ella, ella, que, por su aspecto al salir de la consulta, supongo que habían sufrido un “alcance” conduciendo.

Más los que fueron llegando después. Entre ellos una señora que se había caído. No era lo más importante, creo: por la forma de mirarme, sonreírme y responder a mi sonrisa, me temo que aquello no era lo peor que le ocurría. ¿Habéis leído «Desmemoria», de Julia Uceda? Es un poema que dedica: 'A Lelia, que volverá'. Tengo que citar de memoria, sólo un cachín- igual no es del todo correcto, pero lo he leído tantas veces, que, quizá por eso, la señora que se había caído me hizo pensar en Lelia:

«Y corre tras eso que tal vez sea ella
y pueda vestirla, definirla
en un tiempo, en un rostro, en un recuerdo.

Mas se pierde de nuevo en desmemoria, en cosas que la palpan
en rumores de acá o allá que la arrojan de nuevo
a la mudez letal de las palabras.»

(Tremendo poema. Tremendo).

Y yo cada vez más avergonzada de quitarle su tiempo a los médicos por un corte sin mucha importancia en un dedo. Podría alargarme, pero me canso de escribir con una mano solamente. (Aviso que si alguien que esté leyendo se marea, por favor: *no siga*). Tras un buen rato esperando, me llamaron, y entré, claro, advirtiendo que en realidad no era nada, y que, bueno, todo eso que he dicho antes, que me sentía fatal por estar allí quitándoles su tiempo... Me mandaron callar :) , pero, eso sí, amablemente. Y me hicieron ir al fondo de la sala, donde –imagino- curan y todo lo demás. Total, me desenroscaron el improvisado vendaje, y madre mía, peasho corte :) En fin, túmbate ¿Alérgica a la anestesia o a algo? No mires, te va a doler un poquito. ¿Poquito? ¡Y lo llaman anestesia! ¡Santo cielo! Y luego, me cosieron mi pobre dedito. Tres puntos, tres :) y si los del "alcance" salían con una especie de "dedil en el cuello" yo salí con una gasa y dos -dos- dediles también de gasa en mi dedo. Y una orden que es lo que peor llevo: nada, pero nada, nada, nada, de mojarte el dedo en diez días. Y mañana la antitetánica. Jobar con el cuchillo. O con el melón... Si tuviera una cámara, que no tengo, os haría una foto de «mis tres puntos»... parece que mi dedito tuviese un tatuaje pero 'peludo'.

¡Jolines! ¡Pues claro que me duele! Pero es soportable

(O yo, como dice mi madre, muy dura y poco quejica). Va a ser eso. Fijo :))