lunes, mayo 30, 2005

Yo que nunca

Yo que nunca
me senté a
esperar nada, me siento
esperada
y tiemblo.

Concepción Bertone.


Como los caramelos hay en ella, envueltas, pequeñas emociones.

Toc toc toc, llama un niño desconocido a tu puerta.
Y no quieres abrir.

Siempre deseaste ser ánade, y volar. Por eso te digo, Gretel, que tienes
restos de cometas azules y blancas entre las uñas, y sientes la sangre
espesa como barro bajo la agobiante gravedad de Newton.

Nunca quieres abrir la puerta cuando las mañana no son como los caramelos,
que envueltas, y dentro, guardaban pequeñas emociones;
cuando no tañen honduras
inquietantes.

Cuando no son como eran,
como perros lamiendo tus tobillos,
cuando, como cien mil hormigas, recorría tus brazos la emoción.
Y ahora, te pones psicodramática, y piensas:
quizá debería dejar de mirar ríos, y abrir.
Dejar de mirar cantos rodados cubiertos de inocencia, y abrir.
O verlos como son:
un musgo oscuro, un aviso,
letras cubriéndose los ojos de los ojos, y abrir.

¿Acaso has olvidado que es difícil ser poeta,
que es traducir fielmente el sentimiento,
pasar los dedos por el filo de un cristal fino
y sangrar sobre el papel hasta dejarse el alma?

Deberías abrir, te estoy diciendo, y tú erre que erre ¿Por qué,
te preguntas, todos gritamos cuando alguien muere y no gritamos
todos cuando vive? Aún no has descubierto que la poesía, como la
vida, es un carnaval de letras:

andar hacia dentro de las palabras,
y dentro, dentro,
en su jardín de huesos, resguardarte en su esqueleto,
acariciar su propia calavera,
cerrar los ojos por no sentir repugnancia,
y hundir tus manos en sus vísceras,
y, después, sólo después,
dejarse llevar por la corriente del sueño,
y no preguntar, no preguntarte;

pero es que, es tan difícil no añorar. Es tan difícil.
Y más cuando en el silencio de las ráfagas, una vez y otra y otra
los números se vuelven inexactos y siempre deseaste ser ánade,
y volar
y no abrir.
Y volar
y tener restos de cometas
azules
y blancas
en las uñas.
Y sentirte ligera y no de barro.
O desear imposibles: secuestrarle al reloj aquel minuto, ¡aquel!,
y no pedir rescate.
Claro que...
-y, al abrir la puerta, dices-,
oye, niño, te lo advierto:
«el poeta más culto de la ciudad, decía Martín Prieto, es un imbécil»
así que no me juzgues, ni preguntes,
que en el silencio de las ráfagas los números se vuelven inexactos;
y cuando ves que se encoge de hombros,
no te queda más remedio que reírte,
y por toda explicación, le preguntas: ¿o te has creído que
todos son el número pi?

Se sienta frente a ti, y entonces comprendes que te has equivocado,
no es un niño, eres tú cuando eras Gretel,
y los ánades
y las cometas.
Y tú...
Tú.
Tú.


indah

sábado, mayo 28, 2005

STOP






Exámenes

viernes, mayo 27, 2005

indah tira de mí

Indah tira de mí de una manera casi irresistible. Sus escritos siempre me sugieren nuevos caminos, me abren las puertas a que pueda intentar expresar lo que ya estaba de alguna manera latente en mi interior y que ella consigue iluminar.
En este caso un contrapunto a sus Regiones imposibles.
A estas alturas no hace falta que diga cuánto la aprecio.

Imposibles regiones

Recalo en la noche que desvió mi rumbo
huelo la brisa que varió mi derrota
y en cada rama en la que anidó el destino
grabé tu nombre con un filo de nácar.


Desperté del sueño efímero de amarte
embarrancando en el curso de tus labios.
Iluminé mis ojos hasta quedarme ciego
y en la ceguera te palpaba en cada cosa
en cada ser que presentía
en cada vela abierta al viento que se aleja.

Brindé mis sienes a tus dedos
y su tacto de fiebre me abrasaba
mientras, con levedad de pluma,
mis besos se ciñeron a tus hombros.

Apagada la voz quedó el murmullo
de las olas que dormitan en la playa,
las algas, las estrellas, las gaviotas.

De tan cerca como estábamos
nos fundimos en versos, en estrofas.

jueves, mayo 26, 2005

Indah

Porque una existencia incompleta es, a veces, suficiente


Las luces del ocaso alargan las sombras
alabean los sueños, los ciñen a tierra,
amalgaman recuerdos con antiguas mentiras
que describen su órbita más allá de lo mítico.

Seguro que serás sólo una mujer corriente
probable será que no te distingas
de las otras personas que viajan en Talgo
si te quedas callada,
si tan sólo eres blanca.

Pero si yo fuera tu “trasgu”
no ordenaría tu casa
ni barrería tu porche
ni te espiaría en la ducha,
buscaría en tus libros esa savia de vida
que muchos buscamos
y algunos encuentran

Extraños consuelos llegan de tu orilla
como pecios de roble
como jirones de aúricas
como náufragos muertos
aunque ahora respiran.

No puedo olvidar lo soñado
porque a fuerza de sueños
se me ahorma la vida
porque sueños de fuerza
me dejaron desierto
porque sueños forzados
afilaron mis nervios.

Imagino tu mente apostada en la playa
sintiendo la arena labrando en las dunas
aguardando la luna sobre la cañada
recogiendo el rocío en tacitas de plata
concentrando tu afán en la buida blancura
de esas cartas –vitales-
que no escribirás nunca.


Carz

No importa el orden. Importa la palabra




Oh torpes manos, límites del sueño
Dámaso Alonso.



Mñaana Auncnian frteues rchaas de vneito de Lvneate (en el Etsrecho)
Mñaana sreé pjáaro (Lvanadera)
Mñaana plpaaré mis rcaíes (de Pniaspo)

Mñaana «Oh trpoes mnaos, lmíties del sueño»
no seré ave mgriaotira
no plaparé mis ríaces
no crzuaré el absimo
no crzuaré mi absimo Preo quziá... Mñaana


(annuican frteues rchaas de vneito de Lvneate (en el Etsrecho)
tnseo mi slniceio etnre Eruopa y Árifca,
blliucoiso mi rmubo (tú)
me decsbrua etrne dos Cntinnoetes que amo(tus manos)
y los sñueos se aipdaen de mí de raíz a alas.


idnah©


Sgeun un etsduio de una uivenrsdiad ignlsea, no ipmotra el odren en elque las ltears etsan ersciats, la uicna csoa ipormtnate es que lapmrirea y la utlima ltera esten ecsritas en la psiocion cocrrtea. Elrsteo peuden estar ttaolmntee mal y aun pordas lerelo sin pobrleams.Etso es pquore no lemeos cada ltera por si msima preo la paalbra es untdoo.


(Mañana -o luego- «del derecho», como debe ser :)


miércoles, mayo 25, 2005

La armonía a estos campos nos condujo


XIV
"El sueño ha apresado la huella
Y el color de tus ojos"

XXI
"Nuestros ojos intercambian su luz
Su luz y el silencio
Hasta no reconocerse
Hasta sobrevivir a la ausencia"

Paul Éluard



Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que me pone de noche en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas, y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el pero de tu señorío.

No me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con las hojas de mi Otoño enajenado.

Federico García Lorca. "Soneto de la dulce queja"

Regiones Imposibles





(Bienvenidos mis dos locos e intrépidos exploradores)

Se nos conceda el temblor
del náufrago.
Nos sea permitido el privilegio
de describir sólo regiones imposibles.
Antonio Aliberti




¿Fue la noche que desvió tu rumbo, o fue la brisa, caricia repetida
en cada rama, o fue destino o fue presentimiento; o fue la hiedra blanca
(como nácar ) quien enredó entre tus dedos mis cabellos?

¿Fue fragmento efímero de un sueño el gozo abstracto de quererte?

(Embarranqué en tu amor: yo buscaba tu alma, sólo eso,
y huyendo de lo fácil, lo sencillo -mis manos sin armar sólo eran olas-
conquistaron tu tierra palmo a palmo. Fue pleamar morir junto a tus labios.)

La luz que me cegó -estoy segura- venía de tus ojos:
te vivía, día tras día, en cada ser, en cada cosa, y vela abierta al viento
-sólo vela- ave marina cóncava, convexa, mis dedos por tus sienes navegaron

(tenía fiebre el agua: abrasa, y brillaban -levísimas brillaban-
las estrellas.)

¿Fue la ternura ciñéndome los hombros con tus besos
-sin condiciones rendidos nuca y cuello-
o ser sólo poema, o ser metáfora o ser, únicamente, verso?

Se me apagó la voz en un silencio de pleamar, de verbo:
amar, amarte, amarnos

(y estábamos tan cerca, tanto, tanto, que rozó tu miedo de perderme)


Nos buscamos el alma -sólo eso- y no sé cómo:

«se nos concedió el temblor
del náufrago.

y Nos fue permitido el privilegio
de describir sólo regiones imposibles».

indah

martes, mayo 24, 2005

Gracias.

Supongo que os preguntaréis por qué doy las gracias. (Bueno, casi estamos empatados, porque yo, como... puff ¿cómo se llamaba?, jolines, se me ha olvidado, un seg... ¡eso es!: Calimero, me pregunto por qué nadie me comprende -o, en su defecto, no me hacen caso- :))

En realidad debería haber titulado: Gracias Joshua, y a continuación decir -decirle a él- como a veces hacen no solo los padres, sino algún que otro amigo: ¡¡te lo advertí!!

Pero no lo diré :)

Gracias. Gracias Joshua, por tu invitación.

indah

lunes, mayo 23, 2005

Negro sobre negro

In Memoriam
(Shaima Rezayee)









Hoy escribo negro sobre negro:
papel negro, tinta negra,
porque no quiero que me descubras
ni que descubras mi esencia.
Y es que hoy no hablo de mí, ni siquiera por mí,
hablo por otras.
¡Ay, si descubrieras que soy mujer!


Sí. Negro sobre negro
(ay, si me descubrieses)
porque te afanas en espiarme,
y en leer entre líneas,
y como si las palabras estuvieran escritas en mis manos,
me las atas,
y me amordazas con un velo para callarme,
a mí, ¡que sólo soy silencio!


Y mientras me ocultas,
y yo te oculto mis ojos y mi boca,
y te escondo mis sueños, y te hurto mis lagrimas
-no vayan a ser ellas las que me delaten-,
me ahogo -me ahogas- entre cláusulas e imposiciones,
y entre vidrios oscuros me encierras.
Pero yo sueño. ¡Sueño!
(sueño: vidrios rojos, vidrios verdes)
cuando mi espíritu quiere ser libre.


Como la noche, negro sobre negro,
me escondo de tus manos
y de ti, de ti, ¡me escondo de ti!


Y porque no quiero que me descubras
-ni en mis hechos ni en mis pensamientos-,
hasta mis suspiros te oculto,
y de mi sonido te privo,
no vaya a ser que te corrompa.


Y yo, que soy mujer -sólo por eso-
oculto mis ojos, mis manos y mi alma
y envuelta en mi sudario,
me vuelvo grito, tan sordo como tú,
bajo la burka.


Hoy escribo negro sobre negro:
papel negro, tinta negra,
para que nadie pueda descubrirme
(¡ay si me descubrieras...!)
ni puedas leer estas palabras,
ni pueda leer esa palabra
que tanto me avergüenza:
talibán.



indah

miércoles, mayo 18, 2005

Carta De Ajuste (Mermelada de fresa)

Cinco vocales, veintiocho letras, miles de frases y formas diferentes de decir o de entender lo que se quiera; o de buscarse entre los restos del propio naufragio en el océano. No somos más que frágiles veleros llenos de pensamientos por salvar, por escribir. Llenos de historias, nuestras o ajenas. Pero hoy, igual que cualquier otra mañana, te nombra cada palabra que me viene a los labios, mientras pienso que la vida es una bicicleta estática, y que algunas veces estoy harta de dar pedales que nunca me llevan a ninguna parte. Como el velero, otro, del lienzo cuarteado por el calor húmedo, o seco, o el frío intenso, o la escasa calidad del óleo con el que fue pintado. Sonrío cuando desayuno frente a él. He descubierto que «pierde agua» por la esquina derecha. Al pintor se le fue la mano, y la mar anda un pelín escorada por babor. A este paso navegará por el pasillo, o quizá por la cuerda que baja a lo más profundo del pozo de la conciencia nuestra de cada día y, después, regresa húmeda por el sudor que la provoca el esfuerzo de darnos el agua con la que subsistir, o por la de las piedras del brocal, oscuras de umbría y musgo, refugio de ranas recién nacidas y larvas que algún día, quién sabe, serán mariposas. No. No. La vida no es una bicicleta estática. Quizá un marino que se embarca cada mañana. Que me embarca. Desde que estuve niña en La Habana, canta Carlos Cano, pero yo recuerdo otra de sus letras: «mi refugio son tus ojos, un abismo de silencio, donde recupero el día que entre la niebla perdí...» Y cierro el libro. «Un libro con sabor a sal, a pan; un reencuentro con la gente del pueblo y con la luz del mar. Uno de los textos más íntimos de Joseph Pla», 'Cinco historias del mar'.

El destino más digno del pan es la boca de los hambrientos; pero antes -estás loca me digo al tiempo que lo embadurno de mantequilla y mermelada-, lo fue el cestón que lo contuvo; el cestón es como esos versos que olvidamos de inmediato porque nada nos dicen ni recuerdan, porque no nos emocionan ni fueron escrito, o recitados para nosotros, hasta que vuelves a tener hambre. Ya no tengo hambre, pero me he quedado como si la tuviera escuchando la muerte que se desangra en blanco y negro sobre las teclas de un piano. Redondo. Con hechuras de cederrón. Ya no hay pianos como los de antes, no caben en ningún sitio. No tengo hambre. Pero me he quedado como si la tuviera, escuchando tu voz que asciende por la cuerda (a golpe de esfuerzo), o por las piedras del pozo de mi pensamiento, ese agujero negro que, en ocasiones, me parece es: «Yo conozco un himno gigante y extraño que anuncia en la noche del alma una aurora». No tengo hambre, pero la vida se atora, se atolondra y se deja atropellar por los tranvías de nuestras viejas capitales. Viaja en ambulancia, y regresa de su paro cardiaco en mis recuerdos mientras contemplo el cuscurro de pan, rojo de sal y samba, abandonado en el plato. La vida se alimenta de nuestro propio suero -ése que con tanta arrogancia colgamos de un palo niquelado- de una rosa, de un Casablanca adiós, de un: «tócala otra vez Sam».

Y abro: «Lo que hemos comido», también de Joseph Pla. La cocina convertida con el paso del tiempo en mera ilusión del espíritu, la cocina auténtica, sin prisa y con amor al prójimo que reclamaba Pla, parece renacer en el presente: la nostalgia del escritor (son palabras de Manuel Vázquez Montalbán, autor del prólogo). Me gusta Pla, aunque muchos de sus libros están en catalán y no lo entiendo. Lo intuyo, eso sí, como intuyo muchas otras cosas escritas en el idioma de cada uno de nosotros, indescifrable, como las intenciones, para los demás. Intuyo. Y «desacuso» a Dios -reconozco que hace cinco minutos no estaba yo para florituras- de que hoy no soy capaz de ver la magia de las cosas. No es culpa suya.

Voy a mirarme en el espejo. A mirarme. A limpiarme de la cara las pinturas de guerra a lo sioux. Está buena la mermelada de fresa, eso sí.


indah

martes, mayo 17, 2005

Gracias por vuestras respuestas.

Gracias :)


Creo que ya está listo. Aún sigue sin verse bien la línea naranja, pero no tengo ni idea de cómo se soluciona eso. Hace un momento dije que no conseguía resolver lo de la visualización de la página, pero al trocear los archivos para que los mostrara semanalmente, comprobé que sólo una semana se visualizaba mal. Creo que se debía a "NotaciónHúngara"; he corregido, he acortado, y yo creo que se ha solucionado ya. Lo he vuelto a poner mensualmente, y pese al disgusto que se llevará mi amiguillo, he quitado el contador. Cachis en la mar, usando el FF no cambia el valor, pero usando el I.E lo cambia cada vez que visualizas algo... puff. Y, como había dicho (por si alguien lo ha leído y piensa que se ha vuelto loco no no, es que he corregido) hasta que no pase la primera semana de junio no podré dedicarle más que unos pocos minutos, por ello, pensando en que andaré muy escasa de tranquilidad y horas, recordé un... iba a decir poema, en realidad no sé cómo llamarlo, es largo, está numerado del I al XVI que iré poniendo trocín por trocín :)) . Bueno, pues espero que todo lo que he dicho sea cierto.

( Preparada para borrar .... ) <--- ¡Ja!

lunes, mayo 16, 2005

Una preguntilla :)

Hola a todos. A ver, una pregunta: resulta que yo uso Mozilla Firefox para navegar -no me gusta el I.E-, y una amiga me ha comentado que se ven caracteres "raritos..." Total, que he lanzado el Explore, y yo veo también los que no deberían verse, y la parte de arriba (donde debería aparecer los links, y todos los demás etécteras, se visualiza al final, final, final de la página del blogg, pero no ocurre si solicito que me muestre los que tiene 'plegados' es decir, los de abril. Bien, la pregunta, si es que usáis I.E, ¿os pasa lo mismo? Es que si ocurre, pues ... pues no sé que voy a hacer :)

Bueno, de momento espero a que me digáis lo que sea. Gracias :)

«mirando geranios en ventanas que no habían»


«mirando geranios en ventanas que no habían»
Mario Marqués



Caprichosa la luz. Cercado está el silencio
y encerrado en sí mismo,
pero afuera luchan entre sí fotones y protones.
Afuera, igual que hay un Sarajevo
y un Irak, hay, lo sabes,
un lince herido que se perdió en sus mapas forestales;
eso afirma el furtivo.

Pero se engaña.
Se engañá igual que cuando yo digo que no puedo vivir
ni hoy, ni nunca, como lo necesito,
para llorar por todo. Para llorarlo todo,
o reafirmo mi deseo de ser perfil caprichoso
que espera en algún punto irrelevante
a que florezcan las hortensias;
o remolino rojo sangre sobre el cristal del color con que se mira
al otro.

(¡Qué difícil oficio el de ser luz!)

Se sorprende el furtivo al escuchar: mientes.
Quizá porque se lo dice la chica que cruzó hacia la lluvia
(naufragio era su voz, y te llamaba)
cuando la noche olía a derrota
y retornaban de nuevo las cigüeñas
y los aleros se cubrían de nieve blanca y gris;
la que recuerda que no había lanzado
-todavía- una moneda a la Fontana di Trevi
y no le dolía el dolor,
ni el amor
ni las rodillas de rezar en Saint Sulpice,
ni en remolinos sobre cualquier espejo
imaginaba un desayuno con diamantes,
porque aún buscaba "geranios en ventanas que no habían"
(antes de que cayeran bombas sobre Bagdad)
cuando no quería, como quiere hoy,
volver a aquello que vale poco o nada: volver.

Volver.
Con la tarde deshecha a la espalda
y los cabellos teñidos de vientos azul Sena,
a su niñez de azúcar y de nueces.


indah

La Leyenda


«Y vendrá de una tierra
donde el sol es mas claro
una mujer que...»



A carz, joshua y uma.
Y a quien quiera que sea que tenga la paciencia de leerla.
(Es una historia un poco... pero, no puedo evitarlo y siento auténtica debilidad por ella.
Espero que me lo perdonéis :)


Cuenta una leyenda que en una noche serena iluminada por una enorme luna que lucía sus mejores galas del año, haciendo palidecer de envidia a las más brillantes, presumidas y coquetas estrellas, Pep, el farolero, dijo haber contemplado una inusual escena. Nadie le creyó, y desde aquel día le conocieron como Pep «el visionario».

No le creyeron porque todos habían olvidado la forma en la que los primitivos habitantes de las costas mostraban su agradecimiento. El mundo giraba alocado haciendo correr de igual manera a los seres humanos que, agotados, no tenían tiempo ni para sobrevivir, ni para sobremorir. Únicamente aquellos que se había refugiado en el saber y el conocimiento de las antiguas máquinas, eran libres de tanta locura.

Pese a las carcajadas que sus palabras arrancaba a sus conciudadanos, él nunca dejó de contarla. Y tan fiel fue a aquella visión, que su último pensamiento antes de unirse para siempre a a su Creador, fue para la mujer que había ocupado sus sueños durante muchos años y que, sonriendo, le ofrecía sus manos para ayudarle a traspasar la puerta que separaba su mundo de aquel otro que es infinito y se encuentra a la otra orilla de la que conocemos como vida.

He aquí resumida, la historia que él relataba: «Vi a una mujer que salía de la oscuridad de la cueva, y mientras sus ojos vagaban por la superficie de La Madre Mar, en una noche serena inquietantemente iluminada por la luna, ella, La Elegida como era llamado por los seres que poblaban las profundidades se encaminó pausadamente hacia la orilla.

Las olas, en aquella noche mágica, venían a morir a la playa sin estrépito, en un extraño y desconcertante silencio. Con delicadeza -como procedían a agradecer las muestras de amistad los antiguos habitantes de las lejanas tierras donde el sol es más claro y la luz escapada, quizá, de alguna mina de diamantes situada en el otro confín del mundo, reverbera sobre el blanco-, elevó sus manos sobre los cristales líquidos de los que está formada La Mar, esparciendo suavemente un puñadito de otros miles de dorados cristales que forman las arenas de la playa. Se inclinó gentilmente hacia el destinatario de su gratitud. Encargó a las aguas le buscaran donde estuviese, y que nunca dejaran de hacerlo hasta hallarle. Y que, cuando así fuera, depositaran a sus pies el presente que para él les había entregado, símbolo de su amistad y agradecimiento.

Desde entonces las aguas de La Mar, aconsejadas por sus confidentes los ríos, van y vienen buscándole por todos los confines de la tierra, del universo y del ciberespacio».

Si algún día te pesa demasiado la soledad, cree firmemente que ella ha pedido te sea entregado su presente, y la magia de las leyendas, de las hermosas leyendas que tanto ayudan a los pragmáticos seres humanos a vivir, será compañía para esa soledad, al menos por un instante.


indah

sábado, mayo 14, 2005

Barcos de papel

Mis pensamientos han declarado la guerra a las palabras. Éstas,
como rebaños trashumantes en busca de pastos de papel,
recorren un territorio que se niega a declararse vencido, a ser
su prisionero, a dejarse escribir, en definitiva: a levantar
bandera blanca. En espera de una tregua dejo que mis ojos
recorran espacios de un mundo aún no nacido; adopto la posición
del silencio, de la neutralidad; no quiero mezclarme en sus
batallas y, sin ningún remordimiento, los abandono a su suerte
de náufragos.

Pensamientos náufragos en busca de un barco de papel. Porque
no seré yo, por más que ellos lo intenten, por más que me acusen
y señalen como la eterna princesa prometida, la que espera
bordando ausencias en poemas que jamás llegan (llegarán, seguro,
cuando me olvides) su juez ni su verdugo. Yo sé que ahí, en ese
punto, está la diferencia: mis versos serán auténticos, serán míos,
serán tuyos, cuando alguna de las partes recupere la cordura.

Mientras tanto, con los dedos cuento los segundos.


indah

miércoles, mayo 11, 2005

Notación Húngara

HoySoyCapazDeLeerDeCorridoUnLibroDeMilPáginasEnNotaciónHúngara

Pienso que intrínseca e íntimamente unida al aprendizaje, como si solamente se vendiera el conjunto, va la regla de oro de este juego que es la vida: Vida, manual de usuario, regla I: después.

Porque es después de un tiempo jugando con los fonemas cuando se termina el primer maratón: ya sé leer. Después domino los palotes; después, poco a poco, mis dedos aprenden a sujetar correctamente el lápiz, y a dibujar las esquinas romas de las letras y de los números. Después: la abstracción, y «sabes» que tras un recorrido más o menos largo -si la mano no retrocede- el punto terminará en el lugar exacto en el que comenzó: la circunferencia abraza y contiene su propia área, el círculo. Después aprendes que hay una fórmula capaz de calcularla y también que hay otras más complejas, y figuras geométricas, quizá, menos simples. Pero todo eso, generalmente, llega después.

Y después, cuando ya no se precisa de aquel enorme esfuerzo que requerían los primeros ensayos y lo aprendido resulta fácil, sencillo, todos estos procesos se vuelven mecánicos. Todos, menos la emoción que parece caminar de la mano de la incertidumbre: el después. Por ello, en los ratos que probablemente sin motivo llamamos perdidos, me pregunto si tenía razón, si sigo pensando que sobra algo de lo que he aprendido en este «juego», como me decía, enfurruñada, mientras me esforzaba en adquirir la pericia suficiente para alcanzar esa simplicidad.

Hoy sé que de todo lo que he aprendido, sea esto mucho o poco, sólo hay algo que sin duda me sobra: MeSobranEstáClaroLosEspacios.

Hoy sé que de todo lo que he aprendido, sea esto mucho o poco, sólo hay algo que sin duda me sobra: MeSobranEstáClaroLosEspacios.

indah


lunes, mayo 09, 2005

Casas sin rostro

Como si el mundo entero me observara, disimulo mi prisa por hallarte. Recorro extrañas calles, dejo atrás casas sin puertas, sin ventanas, sin tejados, íntimamente convencida de que por fin sabré quién eres y por qué escribes cada noche en las fachadas esas preguntas de las que, me parece, lo único que importa es lo que callan. Pero al girar la última esquina, la última de todas, sólo encuentro un intenso olor a grafito desvaneciéndose en el aire (¡con cuánta seguridad hubiera afirmado que tú estabas ahí, precisamente ahí!). Nunca, creo yo, estamos tan solos como cuando soñamos.

Sobre la ciudad de papel kraf que cada noche un dios juguetón despliega ante mis ojos, donde aquella farola irradia a mi alrededor colores redondos y cósmicos, llueve el tiempo.

indah

jueves, mayo 05, 2005

Ni soñéis que os librasteis de mí :)

No no no. Es sólo que estoy en la capital del Reino. Luchando con el tráfico, el calor, y mi sorpresa: es curioso darte cuenta de que en poco más de unos meses la inmensa mayoría de las personas que te rodean no parecen -o no lo son- de Madrid, ni siquiera españoles :) Hay muchos sudamericanos. Muchos. También hay muchos del Este de Europa; y no demasiados, o yo no he visto más de los que estoy acostumbrada a ver, africanos.

Os diré que Madrid me sigue pareciendo preciosa. Siempre fue una ciudad preciosa.

Ya tengo un par de 'mis historias'. Empiezo a pensar que es culpa mía :) y lo que ocurre es que las atraigo sin remedio. Espero poder pasarlas a limpio uno de estos días, y si no, pues en cuanto regrese. Quizá sería mejor a mi vuelta. Deberían reposar para poder contarlas sin interferencias ni prisas, y es que me están dando toda la del mundo: me esperan y aunque estoy un poco cansadina, pues ... en fin. Trataré de pasarlo bien :)

Ser buenos. Y mañana, si puedo, más :)





martes, mayo 03, 2005

Carta De Ajuste (Aviones de papel)


Aviones de papel


(o como dar calabazas elegantemente y sin que te interrumpan)


No te extrañará, pues, como bien sabes, con tu inestimable ayuda he conseguido ser, casi, una mujer «cultivada» y no precisamente en tierra extraña sino en la propia, que comience esta carta con palabras de Madama Crotalistris:

«Muy Sr. mío»: Y
(continuo yo, que una cosa es que me guste que sepas que soy culta, y otra muy distinta que me guste que hablen por mí o escriban mis cartas), y -como iba diciendo- pues sientes curiosidad por aquel día que, según veo, no has podido olvidar, haré un esfuerzo e intentaré explicártelo aunque me temo que no lo encontrarás razonable: por fin me habías llamado, y una, que es así, recuerda de repente -es un inciso, sí- y se descubre cantando una letra pegadiza: la del último anuncio de la tele, o repitiendo palabras que no son suyas, y es que, aunque tú piense que a ti ni fu ni fa, no es cierto. Bien a lo que iba: me habías llamado, y descolgué del espejo mi mirada extravagante, y deje mi sonrisa de niña en el trastero jugando con los trastos, los antiguos, los de otro tiempo; entonces las miradas te gustaban inocentes, quizá aderezadas con una pizca -aquí y allá- de picardía y bebías coca-cola y comías hamburguesas; pero eso fue antes, mucho antes, cuando aún los demás se empeñaban en pensaban por nosotros; cuando tú todavía no... ¡bah, eso da igual! Salimos, charlamos, paseamos, no voy a extenderme en florituras, y ya de vuelta en casa, mientras pensaba que nunca me ha gustado la coca-cola, y ahora después de tanto tiempo resulta que estábamos de acuerdo -aunque sólo fuera en eso-, y me preguntaba con un cierto retraso, pues con esa forma tan vehemente de explicarte no me habías dado ocasión de hacerlo, ¿qué culpa tendré yo de tanta obcecación y tanto desbarre, o de que me hayan regalado un puzzle de cinco mil piezas de New York? (en fin) guardé en el primer estante del armario, mi sonrisa arrugada, mi mirada de Matta Hari, las lentillas de Norma Jeane Baker impresas sobre papel charol; después, graciosamente, dejé caer el guante de Rita-Hilda en el suelo, y los Levi's los eché en el cesto de la ropa para lavar. ¡Ah!, antes, con la barra carmín (Revlon) que tanto te gustaba, me escribí un mensaje en el espejo, lo reproduje en un trozo de papel de celulosa (léase higiénico) y la verdad es que quedó inservible (la barra). Ya sabes que los náufragos, bueno, algunos, lanzan «eseoeses» en botellitas, yo, ¡qué le vamos a hacer!, como no tenía ni un mar ni un océano a mano, hice con el papel un avión con forma de paloma, como la de la paz, hasta pico tenía, y los eché a volar: avión-paloma y alma. No puedo asegurarlo, pero imagino que aunque la mar no es el viento, llegarían también muy lejos, quién sabe si hasta una playa de alguna isla remota, por eso, y aunque no sea necesariamente consecuencia, no volví a responder a tus llamadas. Así todo, como una no puede olvidar de repente, o como suele decirse, en un plis plas, leo tu columna cada semana, y a veces siento deseos de escribir una carta -una de esas que se llaman abierta al director, o a quien sea-, no voy a negarlo, ya sabes que me gusta escribir, pero, como algo hemos hablado de tales cosas, me digo: total, ¿para qué? ¿Quizá para felicitarlo como Madama Crotalistris?, me insisto, pero chico, nunca me animo, creo que no lo haré. Respondo a ésta tuya, eso sí, no sé si porque me han educado bien, o porque me apetece, y la respondo tal y como soy y lo he hecho siempre, es decir, un poco ¿alocada?, y porque es igual que tenerte en sentado en frente, pero amordazado, ya que de otra forma no me darías tiempo de abrir la boca o dirías que todo lo que digo son eso: niñerías impropias de quien piensa por su cuenta y tal y cual, y te cuento, ¡como si no lo supieras!, que te he visto, aunque igual piensas que no viene a cuento: hoy te he visto otra vez. A tu derecha, la Marilyn de turno, y su mirada extravagante, y los labios carmín y su sonrisa (no estaba arrugada). E imaginé la cara de quién hubiera encontrado mi avión-paloma-alma. Pensará –me reí-, ¡vaya loca!, pero qué libre, qué libre me sentí, ya sabes, sentí niñerías impropias de quien piensa y tal y cual, y tiene el coco bien amueblado y no se deja doblegar por el imperialismo, la doctrina, y no sé cuántas cosas más; pero eso es lo que tienen de malo los espejos cuando los garabateas con carmín (Revlon), que cedes a la tentación de mirarte -de otra forma, con otros ojos- y, aunque no quieras, acaba por encontrarte en ellos, y si te descubres cantando una letra pegadiza: la del último anuncio de la tele, o repitiendo palabras que ¡mira tú por dónde!, nunca, nunca son tuyas... entonces, bueno, lo que te decía, que aunque pienses que a ti ni fu ni fa, no es cierto. Adiós, dijiste gentilmente; adiós te respondí, y a la que iba a tu derecha, mentalmente, le dije: aún no sabes, me temo, en que lado has caído «Rosa de Tokio». Me paré sorprendida, ¿qué culpa tiene ella? -me pregunté-, ninguna me respondí, pero hija, este año hace años, y además, a él no le pega ese nombre, es tan varonil. ¡Ah!, caray, que casi se me olvida: que te agradezco mucho que me hayas escrito. Y no, no volveré a salir contigo, te aprecio, y sé que no acabaría bien, por mi culpa –naturalmente- pues soy incorregible y le he cogido gusto al viento, a los aviones de papel, y a la libertad de pensar como me dé gana, pero también quiero que sepas que he aprendido, y no de ti precisamente, a respetar, con todo lo que implica, aquello que piensan los demás.
Yes, I remembe: japiberdi mai frend. And gud bay mai dear.


indah.

domingo, mayo 01, 2005

Y no hay retorno

(fragmento)


A mi madre


he llegado a llorar la geometría de mis uñas malvas,

junto a ti,
junto a la altas matas de las lilas de Invierno, Madre,
al final del corazón de tu bosque

(y no haya retorno).

indah